Año - Nombre y apellido - Cargos
1875 Pedro Ferrari Jueces de paz interino
1876 Pedro Ferrari Jueces de paz
1878 José Ferrari
1879 Juan Llanos
Juan Lanús Juez elegido por la Comisión Municipal
Juan Llanos Jueces de paz
1880 Juan Temperley
Luís Aurelio Sáenz Peña A cargo de la municipalidad
1881 Pedro Ferrari Jueces de paz
Raimundo Borda
1882 Julio Planes
Juan Temperley
1883 Marcelino Domínguez Presidentes de la municipalidad
1884 Agustín Beruti
1885 Rufino Martínez
1886 Raymundo Borda
1887 Tomás Mahon
1888 Marcelino Dominguez
1889 Silverio Izeta
1890 Juan Molinuevo
1891 Juan Chavez
Juan Molinuevo Presidente elegido por renuncia de su antecesor
1892 Luis Urdaniz Presidente del HCD a cargo
Juan Molinuevo Presidentes de la municipalidad
Domingo Baro
1893 Juan Molinuevo
Justo Ortiz Designado por la revolución de 1893
Juan Molinuevo Repuesto en su cargo
1894 Marcelino Domínguez Intendentes municipales
1895 Silverio Izeta
1896 Rufino Martínez
1899 Modesto Vera
1901 Rufino Martínez
1903 Pastor Banegas
Desiderio González Comisionado municipal
Pastor Banegas
1904 Rufino Martínez Intendentes municipales
1905 Pastor Banegas
1907 Rufino Martínez Por renuncia de su antecesor
1908 Rufino Martínez Intendentes municipales
1911 Rufino Martínez
José Maril Comisionado municipal por renuncia del antecesor
Nicolás Ortíz de Rozas
1912 Ezequiel Llera Achaval Comisionado municipal
1913 Rufino Martinez intendente municipal
José María Berazategui Comisionado por renuncia de su antecesor
Benito Chiarrone Comisionado municipal
Ambrosio Ciovini Intendente municipal
1916 Carlos Sargiotti Vicepresidente del HCD a cargo
1917 Federico Ortiz de Rozas Intendente municipal
Manuel López Seco Comisionado municipal
1918 José López Seco Intendentes municipales
1919 Domingo Alcuaz
1921 Juan Bautista Chabagno
1923 Manuel Alcuaz
1926 Juan Chabagno
1928 Domingo Alcuaz
1930 Emilio Díaz Arano Comisionado municipal
1931 Juan Hiriberry Comisionado municipal interino
1932 Pedro Hasperue Comisionado municipal
1933 Pedro Hasperue Intendentes elegidos por el fraude patriótico
1938 Emilio Diaz Arano
1939 Salvador Otermín A cargo por fallecimiento de su antecesor
1940 Américo Lamarque Comisionado municipal
Arturo Bayala
1941 Juan Treglia
Miguel de Riglos (h)
Juan L. López
1942 Miguel de Riglos (h)
Mario Hasperue
Juan Barayazarra
Italo Arbucó A cargo de la municipalidad
1943 Italo Arbucó Comisionado municipal interino
Clemente Jauregui Lorda
1944 Hector Giachero Comisionado municipal
Jorge Biovide
1945 Clemente Jauregui Lorda
1946 Juan Martinez Castro
Miguel Cowen
1947 Manuel Maria Campos
1948 Leon Arbeistondo
Simón Irey Intendente municipal
1952 Bautista Sargiotti
1955 Pedro Jauregui Lorda Comisionado municipal
1957 Ricardo Heine Comisionado municipal interino
Carlos Caride
Abel Sánchez Díaz Comisionado municipal
1958 Pedro Noel Irey Intendente municipal
1962 Abel Sánchez Díaz Comisionado municipal
Fernando Daguerre Comisionado municipal interino
Oscar Jauregui Lorda Interventor elegido por la Legislatura provincial
1963 Fernando Daguerre Comisionado municipal
Eseld Ricardo García Mutto Comisionado Interino
Abel Sanchez Díaz Comisionado municipal
Fernando Daguerre Intendente municipal
1966 Mario Herrero Comisionado interino
Luis Beconi Comisionado municipal
1973 Haroldo Donato Intendente municipal
1974 Ricardo Sueldia Intendente por renuncia de su antecesor
1976 Jorge Jáuregui Lorda
1979 Luis Beconi Comisionado municipal con cargo de intendente
1982 Hugo Beriain
1983 Ignacio Muniategui
1987 Carlos Castro Intendentes municipales
1991 José García López
1995 Carlos García
2007 Rubén Piazza Intendente por renuncia de su antecesor
2008 Mirta Sargiotti Intendente por fallecimiento de su antecesor
2011 Gastón Arias Intendente municipal
2015 Oscar Daniel Cappelletti
El 13 de octubre se corrigió el año 1963 ya que se hallo documentación referente a Fernando Daguerre, quien a inicios de ese año ocupo el cargo de comisionado municipal (de facto).
jueves, 1 de agosto de 2019
UN DESHONROSO HOMENAJE
Antes que la emprendan con el mensajero, voy
a reiterar un concepto de una nota pasada; mi tarea pública consiste en entrar
en polémicas, como sé que pasará, y que solo me conducirá a dolores de cabeza,
que se podrían evitar simplemente con atender a otras cosas más importantes;
pero no sería justo con mi trabajo como investigador histórico.
Esta
vez vamos a transitar una curiosa historia, la de una placa colocada en el
Monumento de la Democracia en 2016. ¿Porque referirse a una placa colocada hace
tres años? Porque nadie escucha, el tiempo pasa y la placa sigue en el mismo
lugar mostrando la indolencia e ignorancia en los temas históricos de los
responsables de ese desatino.
Un
monumento es un recuerdo, una erección conmemorativa, es toda obra con
suficiente valor para el grupo humano que lo erigió. Hoy comprende a cualquier
construcción que posea valor artístico, arqueológico, histórico o similar, destacadamente las arquitectónicas que, enclavadas en un
núcleo urbano o aisladas en el medio rural, cumplen la función de hito por su
visibilidad y se convierten en símbolos de ese lugar.
Principalmente
todo esto tiene que ver con la manera que debemos expresar los valores que
nuestra generación desea transmitir a las generaciones venideras. Y no puedo ni
quiero permitirme complicidades. Dejé pasar un
tiempo prudencial después de hablar personalmente el asunto con nuestro
intendente a los pocos días de colocada la placa, pero nada. Intente todo lo
posible para que escuchen, pero nada. Y
ya que pretenden hacer politiquería con mi trabajo, y dejar todo como esta, planto
bandera… Creo que la pregunta debería ser
¿Porque los funcionarios le hacen hacer estas cosas al Intendente?
Todo
esto inicia cuando, como parte de los festejos del 141 aniversario de la
creación del partido de Brandsen el 21 de octubre de 2016, el intendente Daniel
Cappelletti descubre una placa que homenajea a las personas que fueron primeros
mandatarios de nuestra comuna bajo el título “Intendentes constitucionales
desde 1885”. Cuando concluyó el acto me acerqué hasta el lugar y no podía creer
aquello que en mármol estaba delante de mis ojos para la posteridad. Mi asombro
se enfocó inmediatamente en dos puntos, el título y el nombre de “…Dr. Emilio Diaz
Arano…”
El
primer error de la placa reside ya en su título. El cargo de intendente a los
mandatarios encargados del ejecutivo municipal recién le correspondió a
Brandsen desde 1894, según lo estableció la ley para municipios, dado que no
alcanzaba el número de su población al mínimo establecido para ese nombramiento.
No voy
a entrar en lo detallado anterior a 1894, que también esta mal, ya que supongo
sin ninguna certeza, que a quienes pretendieron homenajear era a los
intendentes, cargo que empieza a usarse desde ese año. Si voy a considerar que
la placa dice “…desde 1885…” todos son constitucionales desde 1876 pero el
número 1885 fue tomado absolutamente en forma arbitraria, ya que nada paso en
ese año que pueda ser utilizado para este fin.
Los
nombres consignados agregan uno a uno confusión a la confusa y desacertada
placa. Si se sigue el análisis respecto a los nombres comienza una serie de
torpezas irreconciliables, hasta con la misma historia y doctrina, local,
provincial y nacional de la Unión Cívica Radical, la cual bien conozco.
Para
no hacer densa la exposición vamos al primer caso. Donde dice “1904-1905 Rufino
Martínez”, debería decir 1904 Rufino Martínez; 1905 Pastor Banegas, y sigue
todo así de mal. Pero el gran error se comete en dos ejemplos insólitos. Donde
dice “1917-1919 José López Seco”. El personaje histórico que fue intendente es
José en 1918. En 1917 Manuel López Seco fue interventor municipal por la
intervención decretada por Hipólito Yrigoyen. Y sigue…y sigue…
Pero
la placa, aunque toda inaguantable, se transforma en insufrible cuando llegamos
a 1928. Allí se indica que el intendente es el Dr. Diaz Arano. Personaje del
cual solicité personalmente a la dirección del Museo municipal sea retirado su
cuadro homenaje colocado en esa dependencia. (Lógicamente y como me sucede
siempre, la razón de los locos y na…).
![]() |
El bestiario en mármol |
Diaz
Arano, miembro del Partido Conservador provincial, del cual también fue
diputado, senador y constituyente durante la “década infame”, oponente político
duro del radicalismo de la época de los tres gobiernos nacionales radicales y
de quien fuera el médico municipal y autoridad del primer nosocomio municipal,
el Dr. Alejandro Castañeda. E. E. Diaz
Arano, al que tanto inmerecido reconocimiento el municipio presta, fue quien
asumió el ejecutivo municipal después de la revolución del 6 de septiembre de
1930, el golpe de Estado a Yrigoyen, y del cual el municipio se encargó en
recordar con una placa a los 87 años del acontecimiento colocándose otra en el
mismo monumento de la democracia. ¿Incoherencias del desprecio a la historia o
descuido? Según la placa, Diaz Arano fue el último radical de la era
Yrigoyenista y Domingo Alcuaz (Radical e yrigoyenista hasta los huesos) fue el
intendente golpista impuesto por la dictadura cívico militar y durante la
década infame.
Otro
despropósito son los cargos personales aludidos, las profesiones de las
personas, pero esto es mas de lo que vengo señalando. Otros de los grandes errores
de la placa que el municipio ofrece a la comunidad y en especial a sus
estudiantes. (Fue un chiste por si no se dieron cuenta).
Pero
no soy el único que se dio cuenta de todo esto. En uno de los tantos encuentros
ocasionales que tuvimos, casi aterrado y seguido al hola, el maestro Guillermo Diaz
me preguntó: ¿Viste la la placa? Y la conversación se prolongo en el tiempo y
en búsqueda de la respuesta sobre el origen de todo eso.
Y
pensando… e intentando recordar donde había visto algo sobre los intendentes,
ya que conozco la historiografía de Brandsen, lo recordé. La nota había salido
en una revista. Y a su búsqueda fui. Gracias a Daniela Salvucci tuve acceso a
ese número de la revista y allí pude descubrir que la nota considera a Rufino
Martinez como primer intendente de Brandsen en 1885. De allí el titulo
“Intendentes constitucionales desde 1885”. Ya todo estaba en su lugar para mí, en más
detrimento del texto de la placa.
Resulta
entonces que la fuente para el pretendido homenaje municipal es una nota de un
número suelto de la producción de la revista El Comunitario editada por Dual
producciones de Chascomús en octubre de 2014, denominada “Revista especial
histórica. Brandsen. 139 años.” La nota fue avalada por Frutos Ortiz, colaborador
columnista permanente de esa productora, según me indicara por mail el mismo
titular de la productora, el señor Carlos Alfonsín. La nota incluye una pequeña
reseña de fuente que dice (sic): “…Ortiz, Frutos Enrique. “Historia de un
pueblo Brandsen y su gente 1745-1900; 1901-1982 Edit. Dunken 2002 Archivo
Honorable Concejo Deliberante/Juzgado de Paz Colaboraciones: Susana Scally
Penessi Jorge H. Cattoni, Ernesto H.C.D. Brandsen. Brandsen, agosto 2014.”
Claro
está, mi libro “Historia de Brandsen”, apareció en 2015. Allí, por primera vez
se publica de manera erudita el listado completo a la fecha de todos los
mandatarios municipales. Pero la placa colocada en 2016 menospreció, como de
costumbre, esa información. (El que quiere saber sobre el tema de los mandatarios municipales en la historia busque la entrada correspondiente en este blog)
Nadie
dijo nada de todo esto excepto Guillermo Diaz, gran conocedor de la historia
local y el director de este semanario Alejandro Castañeda que tanto espero por
esta nota.
Aunque
lo presumimos, falta conocer ahora con certeza quienes fueron las personas que
llevaron la nota de la revista al mármol. Aunque no es demasiado importante
para el tema lo es porque hay que saber quiénes son responsables de jugar con
dineros públicos.
Un
favor a los funcionarios municipales, ¿Porque no preguntan así nos evitamos
todo esto? Si saben que cada vez que lo requieren presto mis servicios en forma
desinteresada y gratuita.
Y como
otras tantas veces, les dejo sin costos el texto de lo que debería decir la
placa por si quieren enmendar errores.
INTENDENTES
CONSTITUCIONALES
1894
Marcelino Domínguez
1895
Silverio Izeta
1896
Rufino Martínez
1899
Modesto Vera
1901
Rufino Martínez
1903 Pastor
Banegas
1905 Pastor Banegas
1908
Rufino Martínez
1911 Rufino
Martínez
1913 Rufino
Martínez
Ambrosio Ciovini
1917
Federico Ortiz de Rozas
1918
José López Seco
1919
Domingo Alcuaz
1921
Juan Bautista Chabagno
1923
Manuel Alcuaz
1926
Juan Bautista Chabagno
1928
Domingo Alcuaz
1948
Simón Irey
1952
Bautista Sargiotti
1958
Pedro Noel Irey
1963 Fernando
Daguerre
1973
Haroldo Donato
1974
Ricardo Sueldia
1983
Ignacio Muniategui
1987
Carlos Castro
1991
José García López
1995
Carlos García
2009
Rubén Piazza
Mirta Sargiotti
2011
Gastón Arias
2015
Oscar Cappelletti
viernes, 21 de junio de 2019
EL MARCO CONCEPTUAL DEL TRABAJO QUE INICIA EL CONCEJO DE DEFENSA PATRIMONIAL DE BRANDSEN
La historia local debiera ser una
historia hecha con la gente misma, debe permitir que el protagonismo no
se circunscriba sólo a la élite, sino que abarque también a la gente anónima,
consiguiendo que la historia pase por dentro hacia afuera de la comunidad. Así ayuda a
los menos privilegiados y sobre todo a los más viejos a recuperar su dignidad.
Marco conceptual del taller de historia barrial "BRANDSEN CUENTA"
Participar en la
reconstrucción de historias locales constituye -hoy por hoy- en nuestro
país, no sólo la realización de una empresa educativa fecunda donde se
revaloriza a personas y grupos sociales, generalmente excluidos por la
historiografía tradicional, sino que también, implica una contribución a la
formación de una nueva manera de entender y practicar la Historia en nuestra
sociedad.
En efecto, en su versión más
reciente la historia ya no se ocupa del pasado como mero pasado, sino que
trabaja la continuidad entre el pasado, el presente y el futuro. Su objeto de
preocupación es “la dinámica de las sociedades humanas”, en tanto que su
análisis contribuye a enfrentar necesidades y desafíos de grupos sociales específicos
y vigentes. Bajo esta mirada, la historiografía
social que alienta el trabajo de los historiadores locales ha logrado
reconciliar el interés de proporcionar presencia histórica a aquellos cuyos
puntos de vista y valores han sido desconocidos por la historia oficial, con el
desarrollo de metodologías y experiencias de recuperación de la memoria
histórica, que afianzan el avance de las Ciencias Sociales en su compromiso con
el destino de los sectores más postergados de la sociedad.
La intención es, desde todo
punto de vista, aportar a la superación de una situación donde la Historia como
disciplina se mantiene distante de los sectores populares que
constituyen, en su diversidad, la expresión cotidiana-concreta de la mayoría
ciudadana. En nuestro país, ha
imperado por demasiado tiempo un enfoque general-sistémico de la
historia que ha concentrado su atención en los aspectos estructurales y
funcionales del modelo político-económico predominante en gran parte de la
historia (presidencialismo, parlamentarismo, apertura de mercados al exterior,
sentido patriótico nacional, etc.); en tanto que se ha desechado (salvo para
referirse al pasado remoto) un enfoque social-progresista de la historia, con
capacidad de contener y dar cuenta de los hechos, los recorridos y los procesos
protagonizados por los sectores más modestos. Los efectos de esta situación
revisten gran importancia a la hora de evaluar sus implicancias: Como todo profesor de historia
sabe, la enseñanza de su ciencia es determinante en la formación de la
‘conciencia cívica’ de todo ciudadano. y a través de ella, es también
determinante en la configuración social de la ‘conciencia histórica’. El
problema ha sido que casi toda la ciudadanía, ya por varias generaciones, ha
estado expuesta sistemáticamente a la enseñanza de una historiografía que no
sólo en esencia es ‘conservadora’, sino que, por su compromiso esencial con
‘sistemas de equilibrio’ de origen predemocrático y preindustrial, no está
en condiciones de desenvolver en el ciudadano medio una conciencia ni social ni
moderna de la historia. El resultado es que la mayoría de los chilenos ha
permanecido no sólo limitado en su ‘particularidad social’, sino que, además,
ha creído y cree que sus acciones cotidianas no forman parte de la
construcción de un sistema (piensa que eso es materia de héroes, un puñado de
valientes o líderes), considera que su tipo de protagonismo carece de
historicidad. De aquí entonces, la trascendencia que tiene el trabajar con una
perspectiva más social de la historia. Las historias locales cumplen con el
requerimiento de acoger necesidades y desafíos (latentes o manifiestos) en
diversos ámbitos de la vida de grupos sociales populares o comunidades, y sobre
todo de atender la histórica demanda de reconocimiento social.
Las iniciativas orientadas a
reconstruir historias locales son un estímulo significativo para apoyar
procesos de participación social y animación cultural en las comunidades y
grupos de base, potenciando en ellos fuertes sentidos de pertenencia e
identidad con la cultura local. Además, el reconocimiento y la valoración de
las diversas experiencias históricas de participación y desarrollo produce
mayores niveles de integración entre los diversos sectores organizados de
la comunidad. La recuperación de la memoria histórica, en especial cuando se
realiza de manera colectiva, posibilita que los grupos vivan
significativos procesos de refuerzo de su autoestima social, recuperando
sentidos colectivos de humanización. Los grupos de base se sienten, entonces,
reconocidos en un cierto modo de vida, verificando como ellos han sido sujetos
y protagonistas de la historia.
Por otro lado, la recuperación
de historias locales produce insumos significativos para una planificación del
desarrollo, más pertinente con la propia realidad de la comunidad. Las
políticas y programas de desarrollo orientados a los espacios más locales no
pueden tener resultados óptimos sino consideran las particularidades
histórico-culturales que caracterizan la identidad y el sentido de pertenencia de
las propias comunidades.
En cuanto a propósitos y
orientaciones a seguir, se vislumbran algunos de apreciable importancia, entre
ellos: 1) Ayudar a resituar el rol histórico de los actores sociales populares
dentro de los variados ámbitos de la vida nacional (económico, político,
artístico cultural, deportivo, educacional, etc.); 2) Aportar al reconocimiento
de identidades tan diversas como; campesinos, trabajadores de la
construcción, trabajadores del comercio y servicios, trabajadores temporarias(os),
niños, mujeres, profesores, etc. Cada identidad corresponde a un mundo que
posee referentes históricos generales y específicos; 3) Contribuir al
conocimiento de distintas formas de socialización, identificando actores
sociales y procesos de relaciones (familiares, vecinales, escolares, etc.),
estrategias de subsistencia, valores y actitudes; 4) Entregar conocimientos de
las dinámicas sociales y las historias de vida de los miembros de una comunidad
para renovar las herramientas y elevar la eficacia (y la flexibilidad) de la
planificación comunal; 5) Ampliar y mejorar el estudio y la enseñanza de la
Historia en el sistema escolar. La escuela puede llegar a ser un lugar de
procesamiento de la identidad y la historia local. Además, puede ayudar a la
recuperación de la producción intelectual local (el arte, la poesía, la música,
la historia, los oficios, etc.). En resumen, las historias locales, pueden contribuir
a elevar los grados de racionalidad y eficacia de las acciones en que los
sectores populares y las comunidades son partícipes y protagonistas, rescatando
para sí, los valores y las herramientas que le ponen en la senda de su
proyección histórica.
En el caso de los pobladores,
por ejemplo, se trata de restituir el rol jugado por éstos, en la
transformación y conformación de las ciudades. La conquista del espacio urbano
por parte de los sectores populares y los esfuerzos realizados por los mismos,
para ganarle a la adversidad, representa uno de los hechos significativos de la
historia de la modernización de la sociedad, en las más diversas comunas del
país. Han conspirado para que se mantenga
el bajo perfil histórico de los pobladores distintos factores, entre ellos,
destacan como más decisivos aquellos que tienen que ver con el olvido de la
historiografía profesional con los pobladores y la omnipresencia de un relato que sólo
se fija en sus grupos de elite. Así, la escasa historización de los pobladores
condiciona la cuasi desaparición de estos en los registros solemnes
del ‘archivo histórico de la ciudad’. Por tanto, éstos, no han podido ser
reconocidos ni enseñados hasta ahora en las escuelas de la comuna. Pero,
además, de la escasa textualización, lo que ha limitado que sus historias
surjan y se desarrollen ha sido la fuerte presencia y hegemonía de un discurso
histórico de la ciudad que ha descansado en dos ejes funcionales a las
necesidades de grupos de la elite local. Por un lado, ha predominado (lejos) la
visión de que la ciudad ha sido (y sigue siendo) una creación de un grupo de familias
prominente. Se trata de una versión estática y aristocrática de la historia,
usada para honrar y realzar la memoria y ‘la obra’ de quienes se
consideran sus artífices. Todas las virtudes y el protagonismo histórico se
encarnan en el grupo de los grandes comerciantes y, en general, en el llamado
empresariado de la industria. Ambos discursos históricos se han mostrado
excluyentes de otros actores y sectores que viven y trabajan en la comuna.
Particularmente negados resultan sectores como los trabajadores (de todos los
rubros).
En tanto una aproximación
específica a la realidad local, se planteó una serie de propósitos que actuaron
como orientadores del trabajo de investigación que vamos a encarar, dentro de
los cuales estarán: identificar ¿quiénes son los pobladores de cada barrio?;
reconocer y testimoniar ¿cómo llegaron a poblar?; saber acerca de su origen o
procedencia; revisar ¿en qué procesos económicos o sociales se vieron envueltos?;
describir ¿cuáles fueron sus estrategias para resolver problemas sociales
urgentes que les afectaron?; y de qué modo, enfrentaron el desafío de urbanizar
donde hoy habitan; sopesar logros, limitaciones y registrar las proyecciones
que tienen como grupo social. Con este trabajo se persigue también reconocer el
aporte de los dirigentes vecinales, los jefes de hogar, las mujeres
trabajadoras y dueñas de casa, los profesores. Pero, principalmente, está el
elemento de revalorizar el protagonismo que han tenido en el desarrollo de
estas comunidades sus adultos mayores, reconstruyendo la historia vivida por
ellos, rescatando su memoria histórica y como ella se transmite hacia las
nuevas generaciones, fortaleciendo los procesos de identidad cultural de los
barrios. Se trata de recuperar el papel de estos actores en el desarrollo de la
ciudad y darles el reconocimiento social que corresponde al esfuerzo entregado
por ellos, a su experiencia y su sabiduría, tal como son valorados los "ancianos
de la tribu” en los pueblos y sociedades más tradicionales.
Encontramos también, las
actitudes y valores con que han enfrentado sus vidas y los recuerdos que
obligan a reflexionar el presente. Allí nace una cierta nostalgia respecto a
una convivencia vecinal distinta en tiempos pasados, la remembranza de
conductas de ayuda mutua, sobre todo, en los primeros tiempos del poblamiento;
en fin, la existencia de una variada y rica cultura de participación
comunitaria. En síntesis, aquí brota la mucha humanidad contenida en las
vivencias de adultos mayores.
Se pretende asimismo con este
proyecto, impulsar el “conocimiento situado”, que es aquel que nace desde la
experiencia de quienes habitan un determinado territorio. Se fortalece el
tejido social de los barrios y así se contribuye a crear el sentido de cuidado
y preocupación por el prójimo.
El trabajo que encaramos está
pensado para generar sentido de pertenencia y favorecer la relación entre las
personas, quienes muchas veces ni siquiera se conocen. Al fortalecer el tejido
social en los barrios, contribuimos a crear el sentido de cuidado y
preocupación por el otro. Se aprecia la importancia de que todo lo que hago
tiene efectos en los demás. El trabajo en estos lugares es el mejor camino para
ello, explican quienes como nosotros creen en el desarrollo comunitario a
través del voluntariado profesional.
Existen diversas metodologías
para construir socialmente el entorno en los barrios, pero el denominador común
es la participación. Junto a ello, es mucho más interesante cuando el trabajo
se plantea desde las fortalezas que de sus necesidades. Del mismo modo, es
fundamental la integración entre los diferentes actores. La comunidad es la
clave para la convivencia en la ciudad, es como la familia que tienes de la
puerta hacia afuera de tu casa. Es por este motivo que creemos que estos grupos
y las relaciones entre los seres humanos, debe ser el eje central de cualquier
esfuerzo.
Los expertos destacan que las
comunidades no siempre se constituyen a partir de vínculos sociales formales.
Por ello no descartamos ninguna manera de participación. Existen formas de
agrupación social que tienen un carácter mucho más informal, coyuntural y
circunstancial, que también son interesantes de identificar. Por ejemplo, los
comités de vecinos para temas de seguridad o conmemoraciones de algunos hitos
históricos. En general, cuando se produce este fenómeno, se establecen relaciones
de identidad sobre el territorio. Es decir, canalizan formas que no son
visibles para las demás personas y que generan una historia. Esto se denomina
conocimiento situado. En ese sentido, la tendencia es a reunirse en nuevas
plataformas. Más que juntarse en el espacio público, las personas están
elaborando grupos de WhatsApp, aunque -en general- existe una baja participación
a nivel territorial. Esto pasa a ser importante cuando existe una capacidad de
comunicarse y encontrarse. Por ejemplo, existe una gran cantidad de proyectos
en altura y la gente no está participando en la cogestión de esos espacios. Los
vecinos tienen poca incidencia en las políticas urbanas, es un problema
estructural que tiene que mejorar.
En la base
de la escritura hay una suerte de amor por un lugar, por las gentes, por un
ideal. Esos viejos barrios son todo para él, como una esposa única. Es normal
entonces que el teatro de sus experiencias se encuentre allí, y que nunca se
sienta tan a gusto como cuando cuenta de su calle.
sábado, 8 de junio de 2019
Inicios de la lechería en Brandsen: territorio fundacional de la industria lechera argentina.
Brandsen: territorio fundacional de la industria lechera argentina.
La historia de la industria láctea en la región es tan antigua como las primeras estancias en el pago de Magdalena. Si bien antes del inicio de la industrialización el consumo de lácteos y sus derivados pudo haber sido mayor esto no ocurrió debido a las costumbres alimentarias y laborales de paisanada y patrones criollos.
Hacia 1820 se inicia un gran cambio respecto a la producción y consumo de lácteos en las estancias a
partir del traslado de capitales del comercio porteño al negocio pecuario, y ya desde esa década se
encuentra a los mismos extranjeros participando del mercado inmobiliario del norte del Río Salado. En la lista de los principales establecimientos comerciales británicos en Buenos Aires entre 1820 y 1825, identificamos a Thomas Fair, John Gibson & Cía., Peter Sheridan, J. Harrat & Co., Daniel Mackinlay, realizando negocios con estancias. Estos comerciantes insertos en el mercado de tierras, como una de sus múltiples actividades, son compradores de estancias en nuestra zona, siendo los primeros británicos en mantener estancias y promover la cría de lanares, para lo cual habría de emplearse la mano de obra de coterráneos, en especial los escoceses que habían ingresado para la malograda colonia Santa Catalina.
A 1850, mientras en la ciudad el consumo estaba satisfecho por los lecheros y quintas de sus alrededores, en la campaña había dos situaciones; en las chacras de los extranjeros, en su mayoría súbditos británicos, la familia del patrón consumía leche, estando el ordeñe y elaboración de quesos muchas veces a cargo de las mujeres. Mientras que la peonada y los criollos, a decir de cronistas de época “…nunca cultivan la tierra…porque su alimento consiste exclusivamente en carne de vaca y de cordero. No consumen
tampoco pan, ni leche, ni verduras y raramente usan la sal…”. Incluso para un criollo podría hasta
significar un insulto tener que ordeñar una vaca o una oveja. ¿Por qué no ordeñar a las gatas? respondió un lugareño en cierta oportunidad. Según Mac Cann “…La única ambición de los paisanos es la de ser buenos jinetes y las faenas propias de la ganadería constituyen su ocupación favorita. Cualquier otro trabajo, comercio o industria, se deja para los extranjeros, o sencillamente, se abandona…”. Aunque no solo esto era motivo para no impulsar la lechería. El mismo Mac Cann en visita a los alrededores de Chascomús señaló que: “…Por aquí se consume harina norteamericana, aunque la tierra, en todos los alrededores es muy fértil y apta para el cultivo, pero es de imaginarse que si la población no se basta para cuidar el ganado, mal podría ocuparse en las labores agrícolas…”
Una nueva y renovada oleada migratoria desde escocia llegó a la Argentina pasada la segunda década del siglo XIX para participar de la “fiebre del lanar”. Todos estos inmigrantes trajeron la costumbre de consumir lácteos, y ante la deficiente producción de leche de las vacas locales, las que alcanzaban apenas a los dos litros y medio por ordeñe, debieron buscar nuevas cruzas de ganado para mejorar la producción. Los esperaba la descendencia de Tarquino, el toro importado para refundar la ganadería vacuna argentina. Se abriría otra nueva etapa con la inmigración italiana, española y fundamentalmente vasca, los que generaran en el imaginario el arquetipo del lechero, conjuntamente con la población de los alrededores de las estaciones ferroviarias a partir de 1880. Desde allí comienza a aparecer en el partido la figura del lechero que desde muchas décadas atrás incursionaba en la ciudad de Buenos Aires. Iniciaron sus actividades de tambo dedicándose a la fabricación de queso “del país” y manteca, en menor escala. El procedimiento consistía en poner la leche en grandes tachos de latón, bordelesas o cualquier tarro, la crema era extraída con grandes espumaderas y guardada durante varios días. La leche descremada era la usada para la elaboración de los quesos. Una vez que la crema estaba bien fermentada y agria consideraban llegado el momento de echarla en la mantequera. La manteca obtenida era de una calidad desastrosa; la mayor parte era consumida por las escasas confiterías para la elaboración de masas. Mörtstedt en sus memorias indica que “…La manteca de preferencia para la mesa en esos tiempos era la del lechero repartidor, que con su tarrito descremaba la leche que luego vendía. Un tarro de alforja era para la crema, que, batida a trote de caballo, se convertía en una especie de manteca cremosa y blanda, Para entregarla al cliente el repartidor metía su mano sucia dentro del tarro y sacaba la manteca chorreando suero, la ponía en un lienzo que golpeaba un poco, más para darle forma de rollo que para sacarle el suero, y luego secaba sus manos en la cola del caballo…” Asimismo señaló que el desarrollo nacional de la industria lechera puede ser dividido en cinco períodos. Ampliando sus conceptos podemos observar que el primero, de 1886 a 1890, comprende la época inicial en que se comienza a despertar el interés por la industria y el trabajo de los tambos. El segundo, de 1890 a 1895, es el del nacimiento de la industria con la instalación de pequeñas fábricas a vapor; la sustitución de la manteca de los lecheros, a la
cual estaba habituado el público consumidor, por las producidas por estas primeras fábricas. El tercero, de 1895 a 1900, es el del principio de la industrialización de la lechería con la exportación de manteca; la concentración de la producción en centrales con maquinaria frigorífica. El cuarto, de 1900 a 1903, que es el de los comienzos del sistema cooperativo. Y el último, de 1903 a 1939, de la intervención directa y en mayor escala del capital extranjero y la de producción de caseína en el país.
El génesis de las “usinas”
En 1884 ingresó al puerto de Buenos Aires, capitaneado por Erik Adolf Adde, el primer barco de
vapor de bandera sueca. Llegó cargado de productos de la industria sueca, en momentos que se
organizaba una exposición internacional sobre el agro y la ganadería. Adde pensó que era una excelente oportunidad para presentar los inventos y productos de su país, vendió su barco y viajó de regreso para intentar despertar el interés de los empresarios en la exposición rural de Buenos Aires. Fue recibido por fabricantes a quienes convenció para que lo proveyeran de muestras de sus productos. De regreso en el país con los productos, se organizaba la Exposición Rural de 1886, donde se montó el pabellón sueco exhibiéndose los instrumentos de labranza y máquinas de más de diez fábricas que Adde había importado, entre otros, el separador De Laval, una maquina que por centrifugación separaba la leche de la crema, de la que muchos creyeron que servía para lavar oro. Al año siguiente Adde fundó un local permanente de exhibición de productos suecos. Trabajaban allí la tripulación del barco, ocho personas, empleados suecos jóvenes protegidos de Adde: Haralt Mörtstedt, Wilhelm y Gustaf Goldkuhl, G. Thunmark, C. Svedelius, J. Ericsson, Håkansson y Anders Gustav Elowson. Adde, quien había advertido la situación de posible crecimiento de la explotación lechera, nunca perdía una ocasión de hablar de ella a los hacendados para interesarlos en la industria. Gracias a su ayuda, fue posible instalar fábricas a muchos de los primeros fabricantes, proveyéndolos con maquinaria a su valor de costo y pagar en largos plazos con el resultado de las explotaciones. En este contexto, se iniciará la explotación industrial de la leche.
Francisco Serantes, uno de los hacendados que seguramente tuvo conversaciones con Adde, decide
instalar en su campo una fábrica de manteca o “cremería”. Serantes, un rico estanciero y funcionario
público, contacta con Abel Nordström un joven sueco fabricante de manteca en Uruguay que se había
trasladado recientemente a la Argentina para que gerencie el establecimiento. Para lograr lo planeado
adquieren un separador de leche De Laval, de los que proveía Adde, y el equipo necesario para
accionarlo, un motor a vapor; instalándolo en la estancia “El Chalet” que Serantes poseía en el cuartel
V°, localidad de Jeppener del Partido de Brandsen. El trabajo en la fábrica se inició en 1889.
La estancia “El Chalet” contaba con leche de producción propia y con la adquirida a los escasísimos
criadores vacunos que ordeñaban. La calidad de la leche que se recibía estaba lejos de ser buena, se
ordeñaba en el corral sin cuidado alguno; los coladores eran cosa completamente desconocida. Los
envases para transportar la leche eran tarros viejos oxidados comprados a lecheros de la capital,
remendados con jabón o barro, o bordelesas, latas de kerosene, etcétera. Todo esto hacía que en la leche se encontraran pelos y toda clase de suciedades que se disimulaban porque gran parte eran eliminadas al desnatar. Ya que los lecheros se dedicaban principalmente a la fabricación de queso, éste fue tomado como base del precio de la leche. Competir con el queso no les fue fácil a los primeros procesadores de leche; el queso era cómodamente absorbido por el mercado consumidor y su valor era realmente alto, sostenido y difícil de igualar con la utilidad conseguida por la manteca.
Descremada la leche, en estos primeros tiempos resultaba alimento de los cerdos; la crema y la manteca obtenida era mantenidas refrigerándose con agua de pozo.
Los costos y el poco interés en el trabajo de ordeñe de estancieros y peones de la zona llevó a Serantes a depender casi exclusivamente de leche de producción propia por lo cual no le fue nada bien. Esto lo llevó a decidir el cierre del establecimiento a un año de haber comenzado a trabajar.
En 1890, Abel Nordström, el ex gerente de la planta de “El Chalet” se asocia con Hilmer Dahigren y con uno de los suecos jóvenes tripulantes del barco de Adde, Haralt Mörtstedt, y adquieren los equipos de Serantes con el objeto de instalar una nueva manufacturera de leche, la segunda en la zona y el país y la primera comercialmente exitosa. Indudablemente por el traslado de los equipos debieron buscar un sitio cercano, y lo encontraron en el campo del progresista vecino Pedro Olivares.
Expansión de la industria láctea
Puede ubicarse en torno al decenio de 1880 - 1890 los cambios decisivos que dieron origen a la
moderna industria láctea, diferenciada de la actividad primaria. En el censo agrario de 1881, consta que Brandsen ya contaba con 2303 vacas lecheras sobre un total de 15.746 vacunos criollos, 22 de razas inglesas y otras y 1367 mestizos; aunque la principal actividad seguía siendo la lanar con 906.908 cabezas.
El inicio de las transformaciones comienza a producirse en la ganadería vacuna. El refinamiento del
ganado bovino, mediante la introducción de razas cárnicas, que alcanzó hacia 1895 un 50% del stock
existente en la provincia de Buenos Aires, posibilita la obtención de ejemplares de mayor mansedumbre, que tornaron más factible la generalización del ordeñe. Argentina era conocida mundialmente por ser la tierra prometida del ganado. Pero a fines del siglo XIX apenas se ordeñaba al 1 % de las vacas del país.
La crema, la manteca y el queso, producidos en limitadas cantidades, eran fabricados artesanalmente por los “lecheros”, la mayoría de origen vasco. La demanda sólo podía satisfacerse importando esos
productos desde Dinamarca y Francia. Con la instalación de Serantes y la nueva fábrica de los suecos
Mörtstedt, Nordstrorn y Dahigren que se instalaba en 1890 se despierta el interés por el ordeñe. Los
inmigrantes, principalmente vascos, entonces empleados por la decreciente industria del sebo, comienzan con arrendamientos de campo para la explotación de vacas para lechería. A la par que crecía la demanda de los incipientes poblados de los alrededores de las estaciones ferroviarias.
Los tres suecos sabían que el tratamiento de la leche en la Argentina, llevado a cabo de manera racional, sería un negocio muy lucrativo. Con la noción y la experiencia de que no se podía depender de la producción de un solo punto para conseguir el incremento de la producción, idearon instalar una fábrica central, surtido con crema de estaciones de desnate, ubicadas en zonas de leche. Para la instalación habían conseguido parte del terreno de Pedro Olivares, donde hasta hacía poco funcionaba una grasería, ubicado en el cuartel V° de Brandsen, cercana al camino de San Vicente a Ranchos, a 3 leguas al oeste de la estación y caserío de Jeppener y al sur del de Brandsen. Iniciarían actividades con una fábrica central provisional para luego ubicar en un punto más conveniente la fábrica central. Esta fábrica de manteca, estación de desnate o cremería comenzaría sus actividades con algunas maquinarias que quedaron de la fábrica de Serantes y gracias a Adde, que facilitó las que faltaban. A pesar de las facilidades de pago, por falta de capital pudieron apenas agregar una mantequera y amasadora, para luego, se puede decir antes de trabajar, hacer una instalación definitiva de mantequería. Con un capital de 47.000 pesos invertidos, 8 HP de fuerza motriz, Mörtstedt, Nordstrorn y Dahigren habían creado la segunda “fábrica de leche” del país y la primera verdaderamente industrializada y exitosa. Bautizaron a la empresa con el nombre de La Escandinavia y a la estación o “usina” con el de "La Felicidad" en homenaje de una linda criolla que vivía en el lugar. Comenzó a trabajar con unos mil tarros de leche y llegó hasta los 4.000 diarios. Contaba en 1895 con 13
obreros.
Luego de esta primera fábrica comercialmente exitosa; inmediatamente otro tripulante del barco de Adde y amigo de la banda lechera de Brandsen, Carl Sevelius instala a muy pocas leguas asociado con el mismo Adde, una cremería en Gándara, dando origen al establecimiento lácteo en esa estación ferroviaria del Partido de Chascomús. Entre 1890 y 1891 en Brandsen fueron establecidas la quinta lechería del país,
la de John Cowan, en su estancia cercana a la estación Altamirano; e inmediatamente la sexta, la de
Thomas Mahon, en el Cuartel 9° de Brandsen, cercana hoy al pueblo de Oliden, aunque entonces
comercializaba sus productos por la estación Altamirano.
El trabajo en las lecherías de Brandsen entre 1890 y 1895
Los desafíos para la nueva industria de la leche eran grandes. Se debió abastecer de gran cantidad
de materia prima a las fábricas, introducir una forma de pago de la leche que fuera atrayente para
producirla, sortear la dificultad de hacer buena manteca sin hielo o instalaciones frigoríficas, y
acostumbrar al público a la manteca de fábrica, el abastecimiento de materia prima y la introducción de una forma de pago que fuera rentable para el tambero y la fábrica. Serantes en El Chalet utilizaba el valor queso para el pago de la leche, lo que la llevó al desastre financiero, mientras que la usina La Felicidad de La Escandinavia introdujo la entonces innovación de considerar el porcentaje butirométrico que contenía, luego de sortear una gran oposición, en la que muchos tamberos dejaban de entregar leche y volvían por un tiempo a la elaboración de queso.
A su vez implantó el pago efectivo de la leche cada 15 días, muy conveniente para el tambero, ya que el queso recién se podía vender cuando estaba en condición de enviar al mercado, unos 5 o 6 meses. Aunque había de todas las medidas, la leche comenzó a pagarse por tarro de catorce litros. Luego de mucho trabajo se adoptó el tanque medidor, pero como debía tener cierta inclinación para vaciar la leche, estando el vidrio medidor en el extremo más elevado, era motivo de desconfianzas, alegando los tamberos que se les robaba en la medida. “…Recuerdo (dice Mörtstedt) que uno de nuestros entregadores más fuertes de Jeppener, que luego fue uno de los pilares principales del sistema cooperativo, hombre inteligente, pero, como buen vasco nunca quiso ni consideró justo este sistema, aunque supongo que una vez director de una importante Sociedad Cooperativa, habrá cambiado de idea…” La compra de leche y la elaboración fue difícil y trabajosa, pero la venta de la manteca en los primeros cuatro años, probablemente fue la más pesada tarea hasta que empezó la exportación. El principal obstáculo para la venta fue desalojar del mercado la manteca producida por el lechero. Muchas personas la consideraban la única manteca pura; la de fábrica no lo era porque no chorreaba leche o suero, como solían decir.
La fabricación de la manteca se realizaba tratando, primeramente, de reducir la temperatura de la crema. Había grandes pozos bajo techo con unos 75 cm. de agua; se bajaba la crema en tarros cilíndricos de unos 30 a 50 jarros, sujetos en sogas, y allí quedaban toda la noche, con lo que conseguía rebajar la temperatura de la crema a unos 14 o 15º C. Si durante la noche el tiempo refrescaba y la temperatura del exterior era menor que la del agua de los pozos, se debía levantar los tarros. Había que estar alerta y despertar al personal. Cuando en los pozos no había una temperatura favorable o faltaba el poco hielo que se compraba, lo que era común en verano, había que batir la crema hasta tres veces, las mantequeras funcionaban durante horas y lo que salía parecía más aceite grueso que manteca. Amasarla se tornaba imposible. Se echaba así no más en unos tachos grandes de forma ovalada de 70 a 80 kilos de peso y se bajaba a los pozos para refrescarla. En la madrugada, ya algo endurecida, amasarla y encajonarla para remitirla a Buenos Aires. Todas estas operaciones debían estar listas para alcanzar el tren que pasaba por Jeppener a los 6.30 de la mañana. Los enormes pozos con que contaban para mantener fresca la crema y la manteca medían unos 10 metros de largo por 1,50 metros de ancho y 5 metros de profundidad, con unos 70 a 80 centímetros de agua. Muy a menudo había que bordearlos para renovar el agua descompuesta y de mal olor por la crema que se volcaba al bajar los tarros. Un hombre a caballo con un gran balde hacía ese trabajo. Se raspaban los paredes y se dejaba lo más limpio posible, pero había que repetir con mucha frecuencia ese trabajo. En verano, se compraba algo de hielo, pero resultaba demasiado caro, llegando a la fábrica medio derretido. Los días que había hielo y la temperatura favorecía la fabricación, quedaba amasada y lista en el mismo día, siendo de muy buena calidad.
La venta de manteca era difícil, la costumbre general entre los compradores era de no recibir manteca del fabricante que no entregaba en el invierno. En tiempos de abundancia, verano, se fijaba precio por una cierta cantidad por quincena que dependía del buen criterio y voluntad del comprador. A la manteca sobrante se aplicaba en general el precio llamado Bagley, cuando el vendedor alegaba que no había podido venderlo a su clientela y, por consiguiente, no podía pagarla al precio fijado para la otra. La fábrica de galletitas Bagley era el último recurso; compraba cualquier cantidad de manteca y la mayor parte de los sobrantes de los industriales.
La venta de manteca al menudeo se hacía más o menos al tanteo; con un cuchillo no muy limpio, que
recién había usado para cortar queso o jamón, la manteca era cortada y aplicada sobre un papel; su
aspecto era pasable cuando estaba dura; pero cuando estaba blanda quedaba adherida al papel. También se usaba lienzo blanco pero para cantidades mayores al kilo.
La venta de manteca en paquetes con papel impermeable fue iniciada por un joven sueco, señor Carlos Erickson, quien en 1890 empezó con un pequeño reparto a domicilio en Buenos Aires. La Escandinavia lo adoptó de inmediato, como también un reparto a domicilio que abandonó luego para dedicarse únicamente a la venta por mayor y la exportación.
Los cajones para el transporte de la manteca eran famosos. Se veían amontonados en las estaciones, al rayo del sol, expuestos a la lluvia y cubiertos de polvo y suciedades. Siempre estaban rotos o deshechos por el trato que se les daba en el viaje. Con el tiempo se habrían de reforzar con chapa gruesa y zunchos, pesando tanto como la manteca que contenían. En el cajón, la manteca iba envuelta en un lienzo blanco, un gasto importante; los que con el uso se transformaban en trapos sucios con mal olor. El comprador nunca los limpiaba. Devueltos a las fábricas se los hervía con soda cáustica, durando pocos viajes. La tara de los cajones era un asunto muy enojoso y motivo de grandes discusiones entre vendedor y comprador, y no hay duda de que en un par de kilos siempre quedaba en beneficio de esté último. El pobre fabricante tenía que resignarse y aguantar todo; pero el tambero alegaba que al fin y al cabo él era la víctima, y quien sabe si no tenía razón.
La Felicidad y la fábrica de Gándara competían en cantidad de manteca, con una producción de 250 a
300 kilos diarios. Al año de iniciar actividades Gándara, La Felicidad iba a la cabeza con el aumento de actividad lechera.
Entre 1891 y 1894 se produjo y vendió el queso flaco, de leche desnatada. Fueron sus años de gloria,
antes que el público se diese cuenta de su pésima calidad.
PREVIO A LEER LA NOTA LEA EL SIGUIENTE APARTADO Y RELEALO AL FINALIZAR:
En www: vaca.agro.uncor.edu/~pleche/material/Material/20II/.../02D.pdf; bajo el título: “Casares, fundador de La Martona. La historia de la leche en la Argentina. Pioneros de la industria láctea argentina”, podemos leer: “…A principios del siglo XX, surgieron grandes pioneros, que con su esfuerzo y visión aportaron una importante contribución al desarrollo de la industria láctea argentina. Entre ellos se destaca la figura del Sr. Vicente L. Casares, fundador de La Martona. En 1889, de paso por la Exposición Universal de Paris, asistió a la presentación de dos instalaciones modelo de lechería y adquirió una, que fue la base de la industria láctea...” Y un apartado de la misma página web confirma los datos del viaje y amplía la información indicando: “…En 1889, el fundador de La Martona, don Vicente L. Casares, le escribía a un amigo desde aquí: “…Me ausento a Europa para estudiar allí y ver la posibilidad de establecer aquí, en Buenos Aires, una industria que viva de las entrañas de nuestra tierra, y permita el progreso de nuestra población. Tengo la ilusión de que con esta industria podré contribuir a la disminución de la mortalidad infantil, al desarrollo de nuestro pueblo y a fomentar una nueva riqueza pecuaria...”.
Ahora bien, teniendo en cuenta la duración de los viajes, la importación de las máquinas que vio Casares en Europa, y estudiando su biografía podemos concluir que el fundador de La Martona no pudo por imposibilidad temporal poner en marcha su fábrica hasta principios de 1891, y para esa época ya existían la fábrica de El Chalet de Serantes en Jeppener, inmediatamente adquirida sus
maquinas para La Felicidad de La Escandinavia, y las otras descriptas. A pesar de esto la Resolución del 28/9/1989 de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación declara a Cañuelas “Cuna Nacional de la Industria Lechera”.
Hacia 1820 se inicia un gran cambio respecto a la producción y consumo de lácteos en las estancias a
partir del traslado de capitales del comercio porteño al negocio pecuario, y ya desde esa década se
encuentra a los mismos extranjeros participando del mercado inmobiliario del norte del Río Salado. En la lista de los principales establecimientos comerciales británicos en Buenos Aires entre 1820 y 1825, identificamos a Thomas Fair, John Gibson & Cía., Peter Sheridan, J. Harrat & Co., Daniel Mackinlay, realizando negocios con estancias. Estos comerciantes insertos en el mercado de tierras, como una de sus múltiples actividades, son compradores de estancias en nuestra zona, siendo los primeros británicos en mantener estancias y promover la cría de lanares, para lo cual habría de emplearse la mano de obra de coterráneos, en especial los escoceses que habían ingresado para la malograda colonia Santa Catalina.
A 1850, mientras en la ciudad el consumo estaba satisfecho por los lecheros y quintas de sus alrededores, en la campaña había dos situaciones; en las chacras de los extranjeros, en su mayoría súbditos británicos, la familia del patrón consumía leche, estando el ordeñe y elaboración de quesos muchas veces a cargo de las mujeres. Mientras que la peonada y los criollos, a decir de cronistas de época “…nunca cultivan la tierra…porque su alimento consiste exclusivamente en carne de vaca y de cordero. No consumen
tampoco pan, ni leche, ni verduras y raramente usan la sal…”. Incluso para un criollo podría hasta
significar un insulto tener que ordeñar una vaca o una oveja. ¿Por qué no ordeñar a las gatas? respondió un lugareño en cierta oportunidad. Según Mac Cann “…La única ambición de los paisanos es la de ser buenos jinetes y las faenas propias de la ganadería constituyen su ocupación favorita. Cualquier otro trabajo, comercio o industria, se deja para los extranjeros, o sencillamente, se abandona…”. Aunque no solo esto era motivo para no impulsar la lechería. El mismo Mac Cann en visita a los alrededores de Chascomús señaló que: “…Por aquí se consume harina norteamericana, aunque la tierra, en todos los alrededores es muy fértil y apta para el cultivo, pero es de imaginarse que si la población no se basta para cuidar el ganado, mal podría ocuparse en las labores agrícolas…”
Una nueva y renovada oleada migratoria desde escocia llegó a la Argentina pasada la segunda década del siglo XIX para participar de la “fiebre del lanar”. Todos estos inmigrantes trajeron la costumbre de consumir lácteos, y ante la deficiente producción de leche de las vacas locales, las que alcanzaban apenas a los dos litros y medio por ordeñe, debieron buscar nuevas cruzas de ganado para mejorar la producción. Los esperaba la descendencia de Tarquino, el toro importado para refundar la ganadería vacuna argentina. Se abriría otra nueva etapa con la inmigración italiana, española y fundamentalmente vasca, los que generaran en el imaginario el arquetipo del lechero, conjuntamente con la población de los alrededores de las estaciones ferroviarias a partir de 1880. Desde allí comienza a aparecer en el partido la figura del lechero que desde muchas décadas atrás incursionaba en la ciudad de Buenos Aires. Iniciaron sus actividades de tambo dedicándose a la fabricación de queso “del país” y manteca, en menor escala. El procedimiento consistía en poner la leche en grandes tachos de latón, bordelesas o cualquier tarro, la crema era extraída con grandes espumaderas y guardada durante varios días. La leche descremada era la usada para la elaboración de los quesos. Una vez que la crema estaba bien fermentada y agria consideraban llegado el momento de echarla en la mantequera. La manteca obtenida era de una calidad desastrosa; la mayor parte era consumida por las escasas confiterías para la elaboración de masas. Mörtstedt en sus memorias indica que “…La manteca de preferencia para la mesa en esos tiempos era la del lechero repartidor, que con su tarrito descremaba la leche que luego vendía. Un tarro de alforja era para la crema, que, batida a trote de caballo, se convertía en una especie de manteca cremosa y blanda, Para entregarla al cliente el repartidor metía su mano sucia dentro del tarro y sacaba la manteca chorreando suero, la ponía en un lienzo que golpeaba un poco, más para darle forma de rollo que para sacarle el suero, y luego secaba sus manos en la cola del caballo…” Asimismo señaló que el desarrollo nacional de la industria lechera puede ser dividido en cinco períodos. Ampliando sus conceptos podemos observar que el primero, de 1886 a 1890, comprende la época inicial en que se comienza a despertar el interés por la industria y el trabajo de los tambos. El segundo, de 1890 a 1895, es el del nacimiento de la industria con la instalación de pequeñas fábricas a vapor; la sustitución de la manteca de los lecheros, a la
cual estaba habituado el público consumidor, por las producidas por estas primeras fábricas. El tercero, de 1895 a 1900, es el del principio de la industrialización de la lechería con la exportación de manteca; la concentración de la producción en centrales con maquinaria frigorífica. El cuarto, de 1900 a 1903, que es el de los comienzos del sistema cooperativo. Y el último, de 1903 a 1939, de la intervención directa y en mayor escala del capital extranjero y la de producción de caseína en el país.
El génesis de las “usinas”
En 1884 ingresó al puerto de Buenos Aires, capitaneado por Erik Adolf Adde, el primer barco de
vapor de bandera sueca. Llegó cargado de productos de la industria sueca, en momentos que se
organizaba una exposición internacional sobre el agro y la ganadería. Adde pensó que era una excelente oportunidad para presentar los inventos y productos de su país, vendió su barco y viajó de regreso para intentar despertar el interés de los empresarios en la exposición rural de Buenos Aires. Fue recibido por fabricantes a quienes convenció para que lo proveyeran de muestras de sus productos. De regreso en el país con los productos, se organizaba la Exposición Rural de 1886, donde se montó el pabellón sueco exhibiéndose los instrumentos de labranza y máquinas de más de diez fábricas que Adde había importado, entre otros, el separador De Laval, una maquina que por centrifugación separaba la leche de la crema, de la que muchos creyeron que servía para lavar oro. Al año siguiente Adde fundó un local permanente de exhibición de productos suecos. Trabajaban allí la tripulación del barco, ocho personas, empleados suecos jóvenes protegidos de Adde: Haralt Mörtstedt, Wilhelm y Gustaf Goldkuhl, G. Thunmark, C. Svedelius, J. Ericsson, Håkansson y Anders Gustav Elowson. Adde, quien había advertido la situación de posible crecimiento de la explotación lechera, nunca perdía una ocasión de hablar de ella a los hacendados para interesarlos en la industria. Gracias a su ayuda, fue posible instalar fábricas a muchos de los primeros fabricantes, proveyéndolos con maquinaria a su valor de costo y pagar en largos plazos con el resultado de las explotaciones. En este contexto, se iniciará la explotación industrial de la leche.
Francisco Serantes, uno de los hacendados que seguramente tuvo conversaciones con Adde, decide
instalar en su campo una fábrica de manteca o “cremería”. Serantes, un rico estanciero y funcionario
público, contacta con Abel Nordström un joven sueco fabricante de manteca en Uruguay que se había
trasladado recientemente a la Argentina para que gerencie el establecimiento. Para lograr lo planeado
adquieren un separador de leche De Laval, de los que proveía Adde, y el equipo necesario para
accionarlo, un motor a vapor; instalándolo en la estancia “El Chalet” que Serantes poseía en el cuartel
V°, localidad de Jeppener del Partido de Brandsen. El trabajo en la fábrica se inició en 1889.
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El separador de De Laval |
criadores vacunos que ordeñaban. La calidad de la leche que se recibía estaba lejos de ser buena, se
ordeñaba en el corral sin cuidado alguno; los coladores eran cosa completamente desconocida. Los
envases para transportar la leche eran tarros viejos oxidados comprados a lecheros de la capital,
remendados con jabón o barro, o bordelesas, latas de kerosene, etcétera. Todo esto hacía que en la leche se encontraran pelos y toda clase de suciedades que se disimulaban porque gran parte eran eliminadas al desnatar. Ya que los lecheros se dedicaban principalmente a la fabricación de queso, éste fue tomado como base del precio de la leche. Competir con el queso no les fue fácil a los primeros procesadores de leche; el queso era cómodamente absorbido por el mercado consumidor y su valor era realmente alto, sostenido y difícil de igualar con la utilidad conseguida por la manteca.
Descremada la leche, en estos primeros tiempos resultaba alimento de los cerdos; la crema y la manteca obtenida era mantenidas refrigerándose con agua de pozo.
Los costos y el poco interés en el trabajo de ordeñe de estancieros y peones de la zona llevó a Serantes a depender casi exclusivamente de leche de producción propia por lo cual no le fue nada bien. Esto lo llevó a decidir el cierre del establecimiento a un año de haber comenzado a trabajar.
En 1890, Abel Nordström, el ex gerente de la planta de “El Chalet” se asocia con Hilmer Dahigren y con uno de los suecos jóvenes tripulantes del barco de Adde, Haralt Mörtstedt, y adquieren los equipos de Serantes con el objeto de instalar una nueva manufacturera de leche, la segunda en la zona y el país y la primera comercialmente exitosa. Indudablemente por el traslado de los equipos debieron buscar un sitio cercano, y lo encontraron en el campo del progresista vecino Pedro Olivares.
Expansión de la industria láctea
Puede ubicarse en torno al decenio de 1880 - 1890 los cambios decisivos que dieron origen a la
moderna industria láctea, diferenciada de la actividad primaria. En el censo agrario de 1881, consta que Brandsen ya contaba con 2303 vacas lecheras sobre un total de 15.746 vacunos criollos, 22 de razas inglesas y otras y 1367 mestizos; aunque la principal actividad seguía siendo la lanar con 906.908 cabezas.
El inicio de las transformaciones comienza a producirse en la ganadería vacuna. El refinamiento del
ganado bovino, mediante la introducción de razas cárnicas, que alcanzó hacia 1895 un 50% del stock
existente en la provincia de Buenos Aires, posibilita la obtención de ejemplares de mayor mansedumbre, que tornaron más factible la generalización del ordeñe. Argentina era conocida mundialmente por ser la tierra prometida del ganado. Pero a fines del siglo XIX apenas se ordeñaba al 1 % de las vacas del país.
La crema, la manteca y el queso, producidos en limitadas cantidades, eran fabricados artesanalmente por los “lecheros”, la mayoría de origen vasco. La demanda sólo podía satisfacerse importando esos
productos desde Dinamarca y Francia. Con la instalación de Serantes y la nueva fábrica de los suecos
Mörtstedt, Nordstrorn y Dahigren que se instalaba en 1890 se despierta el interés por el ordeñe. Los
inmigrantes, principalmente vascos, entonces empleados por la decreciente industria del sebo, comienzan con arrendamientos de campo para la explotación de vacas para lechería. A la par que crecía la demanda de los incipientes poblados de los alrededores de las estaciones ferroviarias.
Los tres suecos sabían que el tratamiento de la leche en la Argentina, llevado a cabo de manera racional, sería un negocio muy lucrativo. Con la noción y la experiencia de que no se podía depender de la producción de un solo punto para conseguir el incremento de la producción, idearon instalar una fábrica central, surtido con crema de estaciones de desnate, ubicadas en zonas de leche. Para la instalación habían conseguido parte del terreno de Pedro Olivares, donde hasta hacía poco funcionaba una grasería, ubicado en el cuartel V° de Brandsen, cercana al camino de San Vicente a Ranchos, a 3 leguas al oeste de la estación y caserío de Jeppener y al sur del de Brandsen. Iniciarían actividades con una fábrica central provisional para luego ubicar en un punto más conveniente la fábrica central. Esta fábrica de manteca, estación de desnate o cremería comenzaría sus actividades con algunas maquinarias que quedaron de la fábrica de Serantes y gracias a Adde, que facilitó las que faltaban. A pesar de las facilidades de pago, por falta de capital pudieron apenas agregar una mantequera y amasadora, para luego, se puede decir antes de trabajar, hacer una instalación definitiva de mantequería. Con un capital de 47.000 pesos invertidos, 8 HP de fuerza motriz, Mörtstedt, Nordstrorn y Dahigren habían creado la segunda “fábrica de leche” del país y la primera verdaderamente industrializada y exitosa. Bautizaron a la empresa con el nombre de La Escandinavia y a la estación o “usina” con el de "La Felicidad" en homenaje de una linda criolla que vivía en el lugar. Comenzó a trabajar con unos mil tarros de leche y llegó hasta los 4.000 diarios. Contaba en 1895 con 13
obreros.
Luego de esta primera fábrica comercialmente exitosa; inmediatamente otro tripulante del barco de Adde y amigo de la banda lechera de Brandsen, Carl Sevelius instala a muy pocas leguas asociado con el mismo Adde, una cremería en Gándara, dando origen al establecimiento lácteo en esa estación ferroviaria del Partido de Chascomús. Entre 1890 y 1891 en Brandsen fueron establecidas la quinta lechería del país,
la de John Cowan, en su estancia cercana a la estación Altamirano; e inmediatamente la sexta, la de
Thomas Mahon, en el Cuartel 9° de Brandsen, cercana hoy al pueblo de Oliden, aunque entonces
comercializaba sus productos por la estación Altamirano.
El trabajo en las lecherías de Brandsen entre 1890 y 1895
Los desafíos para la nueva industria de la leche eran grandes. Se debió abastecer de gran cantidad
de materia prima a las fábricas, introducir una forma de pago de la leche que fuera atrayente para
producirla, sortear la dificultad de hacer buena manteca sin hielo o instalaciones frigoríficas, y
acostumbrar al público a la manteca de fábrica, el abastecimiento de materia prima y la introducción de una forma de pago que fuera rentable para el tambero y la fábrica. Serantes en El Chalet utilizaba el valor queso para el pago de la leche, lo que la llevó al desastre financiero, mientras que la usina La Felicidad de La Escandinavia introdujo la entonces innovación de considerar el porcentaje butirométrico que contenía, luego de sortear una gran oposición, en la que muchos tamberos dejaban de entregar leche y volvían por un tiempo a la elaboración de queso.
A su vez implantó el pago efectivo de la leche cada 15 días, muy conveniente para el tambero, ya que el queso recién se podía vender cuando estaba en condición de enviar al mercado, unos 5 o 6 meses. Aunque había de todas las medidas, la leche comenzó a pagarse por tarro de catorce litros. Luego de mucho trabajo se adoptó el tanque medidor, pero como debía tener cierta inclinación para vaciar la leche, estando el vidrio medidor en el extremo más elevado, era motivo de desconfianzas, alegando los tamberos que se les robaba en la medida. “…Recuerdo (dice Mörtstedt) que uno de nuestros entregadores más fuertes de Jeppener, que luego fue uno de los pilares principales del sistema cooperativo, hombre inteligente, pero, como buen vasco nunca quiso ni consideró justo este sistema, aunque supongo que una vez director de una importante Sociedad Cooperativa, habrá cambiado de idea…” La compra de leche y la elaboración fue difícil y trabajosa, pero la venta de la manteca en los primeros cuatro años, probablemente fue la más pesada tarea hasta que empezó la exportación. El principal obstáculo para la venta fue desalojar del mercado la manteca producida por el lechero. Muchas personas la consideraban la única manteca pura; la de fábrica no lo era porque no chorreaba leche o suero, como solían decir.
La fabricación de la manteca se realizaba tratando, primeramente, de reducir la temperatura de la crema. Había grandes pozos bajo techo con unos 75 cm. de agua; se bajaba la crema en tarros cilíndricos de unos 30 a 50 jarros, sujetos en sogas, y allí quedaban toda la noche, con lo que conseguía rebajar la temperatura de la crema a unos 14 o 15º C. Si durante la noche el tiempo refrescaba y la temperatura del exterior era menor que la del agua de los pozos, se debía levantar los tarros. Había que estar alerta y despertar al personal. Cuando en los pozos no había una temperatura favorable o faltaba el poco hielo que se compraba, lo que era común en verano, había que batir la crema hasta tres veces, las mantequeras funcionaban durante horas y lo que salía parecía más aceite grueso que manteca. Amasarla se tornaba imposible. Se echaba así no más en unos tachos grandes de forma ovalada de 70 a 80 kilos de peso y se bajaba a los pozos para refrescarla. En la madrugada, ya algo endurecida, amasarla y encajonarla para remitirla a Buenos Aires. Todas estas operaciones debían estar listas para alcanzar el tren que pasaba por Jeppener a los 6.30 de la mañana. Los enormes pozos con que contaban para mantener fresca la crema y la manteca medían unos 10 metros de largo por 1,50 metros de ancho y 5 metros de profundidad, con unos 70 a 80 centímetros de agua. Muy a menudo había que bordearlos para renovar el agua descompuesta y de mal olor por la crema que se volcaba al bajar los tarros. Un hombre a caballo con un gran balde hacía ese trabajo. Se raspaban los paredes y se dejaba lo más limpio posible, pero había que repetir con mucha frecuencia ese trabajo. En verano, se compraba algo de hielo, pero resultaba demasiado caro, llegando a la fábrica medio derretido. Los días que había hielo y la temperatura favorecía la fabricación, quedaba amasada y lista en el mismo día, siendo de muy buena calidad.
La venta de manteca era difícil, la costumbre general entre los compradores era de no recibir manteca del fabricante que no entregaba en el invierno. En tiempos de abundancia, verano, se fijaba precio por una cierta cantidad por quincena que dependía del buen criterio y voluntad del comprador. A la manteca sobrante se aplicaba en general el precio llamado Bagley, cuando el vendedor alegaba que no había podido venderlo a su clientela y, por consiguiente, no podía pagarla al precio fijado para la otra. La fábrica de galletitas Bagley era el último recurso; compraba cualquier cantidad de manteca y la mayor parte de los sobrantes de los industriales.
La venta de manteca al menudeo se hacía más o menos al tanteo; con un cuchillo no muy limpio, que
recién había usado para cortar queso o jamón, la manteca era cortada y aplicada sobre un papel; su
aspecto era pasable cuando estaba dura; pero cuando estaba blanda quedaba adherida al papel. También se usaba lienzo blanco pero para cantidades mayores al kilo.
La venta de manteca en paquetes con papel impermeable fue iniciada por un joven sueco, señor Carlos Erickson, quien en 1890 empezó con un pequeño reparto a domicilio en Buenos Aires. La Escandinavia lo adoptó de inmediato, como también un reparto a domicilio que abandonó luego para dedicarse únicamente a la venta por mayor y la exportación.
Los cajones para el transporte de la manteca eran famosos. Se veían amontonados en las estaciones, al rayo del sol, expuestos a la lluvia y cubiertos de polvo y suciedades. Siempre estaban rotos o deshechos por el trato que se les daba en el viaje. Con el tiempo se habrían de reforzar con chapa gruesa y zunchos, pesando tanto como la manteca que contenían. En el cajón, la manteca iba envuelta en un lienzo blanco, un gasto importante; los que con el uso se transformaban en trapos sucios con mal olor. El comprador nunca los limpiaba. Devueltos a las fábricas se los hervía con soda cáustica, durando pocos viajes. La tara de los cajones era un asunto muy enojoso y motivo de grandes discusiones entre vendedor y comprador, y no hay duda de que en un par de kilos siempre quedaba en beneficio de esté último. El pobre fabricante tenía que resignarse y aguantar todo; pero el tambero alegaba que al fin y al cabo él era la víctima, y quien sabe si no tenía razón.
La Felicidad y la fábrica de Gándara competían en cantidad de manteca, con una producción de 250 a
300 kilos diarios. Al año de iniciar actividades Gándara, La Felicidad iba a la cabeza con el aumento de actividad lechera.
Entre 1891 y 1894 se produjo y vendió el queso flaco, de leche desnatada. Fueron sus años de gloria,
antes que el público se diese cuenta de su pésima calidad.
lunes, 3 de junio de 2019
Nombres de los espacios públicos, placas y como se construye la historia oficial
Al que me lo requiera
puedo aportar las fuentes de esta
nota.
No siempre se dice eso...
Los nombres de las calles y espacios públicos constituyen
expresiones referenciales que se aplican a personas, animales, lugares o marcas
registradas, para individualizarlos. Pero además de aquellas expresiones
vertidas respecto a como se hace la imposición de esos nombres, las cuales
reafirmo, principalmente debemos tener en cuenta que también son la expresión
de los valores que nuestra generación desea transmitir a las generaciones
venideras. Estos supuestos prohombres de los cuales estamos tratando no son del
todo ejemplos para exaltar si consideramos que, sin negar méritos personales,
son personajes que pertenecieron a la mas rancia de las oligarquías estancieras
de la argentina, generaciones de padres, hijos y nietos que fueron parásitos
del Estado y de las cuales se sirvieron en detrimento de la misma nacionalidad.
Sus fortunas nacieron desde el mismo Estado, y esto también hay que decirlo, a
pesar de que uno de ellos obtuvo el Premio Nobel de la Paz. Esto se fundamenta
en que la raíz de la familia Sáenz Peña, Juan Sáinz de la Peña, primero de los
funcionarios públicos de la familia, ocupa una formidable fracción de campo que
declara el 28 de mayo de 1796, el virrey Sobremonte le otorga escritura por
haberlo obtenido en almoneda pública. Inmediatamente ocupa otro predio contiguo
el que solicita por moderada composición, pero al especificar deficientemente
su ocupación el trámite cae en almoneda pública. Esta segunda fracción de Juan Sáenz de la Peña es
escriturada el 22 de octubre de 1804. Roque, su hijo, padre de Luis y abuelo de
Roque, fue Juez de Primera Instancia en la campaña y ministro de la Corte
durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, lógicamente después de 1852, pero
luego de mucho tiempo, se hizo al ala política triunfante. Luis Beltrán Sáenz
Peña, destacado dirigente católico, en 1883/4, también fue ministro de la
Suprema Corte Provincial al igual que su padre Roque. En el Acuerdo N° 159 del
14/04/1884 se negó en MINORIA a trasladar el Poder Judicial Provincial a La
Plata al día siguiente como había ordenado Dardo Rocha, porque al Edificio
donde se iba a instalar provisoriamente la Suprema Corte (actual Rectorado
UNLP), le faltaban las puertas interiores y los pisos. Al día siguiente el
15/4/1884, se trasladaron los Poderes Públicos igual. Luis Sáenz Peña no viajó
a La Plata, y casi un año después renunció. Fue ungido como un presidente de
transición, y como una trastada política a su hijo Roque, tras un acuerdo entre
el roquismo y el mitrismo que impidió la participación electoral de la flamante
U.C.R. y esto lo llevó a tener que renunciar en 1895. Por su lado Roque, hijo
de Luis, si fue una personalidad verdaderamente destacada e importante no solo
para la vida política nacional sino continental. Pero ese no es el centro de la
discusión sino su vinculo con Brandsen, y este es seguramente el mismo que tuvo
con las poblaciones donde poseyó propiedades, las provincias de Entre Ríos,
Buenos Aires, etc.
Mensura judicial de los campos de la sucesión de Sáinz de la Peña, donde se ve la parte que corresponde a Luis Sáenz Peña. |
Roque Saenz Peña es casi una excepción dentro de estos
“prohombres” que tanto veneran los círculos de poder brandsense. Tenía una
visión americanista “no norteamericana” de la política y estaba a favor del
modernizar la política argentina. Todo lo contrario, a lo que podría esperarse.
Pero ¿Cómo es que este hombre tan oligarca en sus concepciones queda en la
historia básicamente por su “modernismo” y por la defensa del voto secreto para
elegir mandatarios? Esto tiene una explicación, un mandato masón. Veamos:
Roque Sáenz Peña fue iniciado masón el 14 de marzo de 1882 en la Logia
Docente. De su actividad en la institución se recuerda en particular la
fundación del diario Sud América, junto a Pellegrini y Gallo, por pedido de su
logia para enfrentar las ideas de Dardo Rocha, también masón, pero en una logia
menor.
Carlos Pellegrini (de mayor jerarquía masónica
que todos): fundó el diario El País desde cuyas páginas defendió la necesidad
de extender la democracia para reemplazar el sistema oligárquico. Su denuncia
de la corrupción lo acercó en el Congreso a su hermano masón Alfredo Palacios,
del Partido Socialista.
Carlos Pellegrini se inició masón en la
Respetable Logia Regeneración número 5, trabajó en la Logia Docente y fue
Venerable Maestro (presidente) de la Logia Nacional. Fue uno de los fundadores
del Gran Oriente del Rito Argentino de la que era Gran Maestre al momento de su
deceso, el 17 de julio de 1906. La Respetable Logia Confraternidad Argentina
número 2 organizó al día siguiente la solemne ceremonia de homenaje a su
memoria.
Victorino de la Plaza (vicepresidente de Roque Sáenz peña y a su
fallecimiento presidente de la nación): Nacido en Salta, falleció en Buenos
Aires el 2 de octubre de 1919, a los 78 años de edad. Fue iniciado masón en la
Logia Regeneración Nº 5 (1867), más tarde se incorporó a la Logia Docente
(1881) y como ministro interino de Instrucción Pública abrió las deliberaciones
del Congreso Pedagógico (1882) cuyo fruto mayor fue la Ley 1.420 de enseñanza
común, obligatoria y laica.
Hipólito Yrigoyen: A propuesta de su tío, Leandro N. Alem, fue iniciado
masón el 15 de marzo de 1882 en la Logia Docente, militando junto a los otros.
Alfredo Palacios: Ya desde su propuesta de
tesis doctoral sobre “La miseria”, rechazada por la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales y reemplazada por otra sobre temas convencionales del
Derecho, Palacios mostró cual sería el derrotero de su vida. Tras ser
electo primer diputado socialista de América (1904) por el distrito capitalino
de La Boca, comenzó una obra legislativa y política esencialmente dedicada a la
preservación de los derechos de los trabajadores, las mujeres, los niños, los
jóvenes y la tercera edad. Hitos trascendentes de su vida fueron su
adhesión a la Reforma Universitaria de 1918, impulsada por hermanos masones, y
las leyes de sábado inglés, descanso dominical, pago salarial en moneda de
curso legal en lugar de vales, leyes de accidente laboral, trabajo femenino, de
la silla y estatuto del docente, entre otras.
Palacios creó la asignatura “Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social” en la Facultad de Ciencias Económicas.
También fue presidente (Rector) de la Universidad Nacional de La Plata fundada
por el hermano masón Joaquín V. González.
¿Hace falta recordar que el acuerdo para la
denominada “Ley Sáenz Peña” del voto fue conversada entre Sáenz Peña, Yrigoyen
y Palacios?
Qué decir de Carlos Saavedra Lamas, el primer premio Nobel de la
Paz Argentino, todo un mérito, y una personalidad con mucho currículo, pero por
el otro pertenecía al gobierno de Agustín Justo el militar y político
argentino, que se hizo de la presidencia de la República entre 1932 y 1938. Un
golpista que tomó parte en 1930 como comandante en jefe del Ejército en la
revolución acaudillada por José Félix Uriburu que derrocó al presidente
Hipólito Yrigoyen. Como adscrito al Partido Radical antipersonalista y
encabezando una coalición con los conservadores, fue elegido en 1931 presidente
de la República, en unas elecciones en las que se prohibió la participación de
los radicales y que durante su gobierno restauró las libertades civiles, pero
actuó como dictador y envió al exilio a destacados políticos radicales. Carlos
Saavedra Lamas fue funcionario de ese gobierno. Premio Nobel de la Paz en el
mundo, consecuente con la tiranía en su patria.
Todas estas apreciaciones emanadas de hechos históricos, pintan
una realidad. Al que no le gusta lo siento, mi función es cuestionar no como
suele hacerse por estos pagos, meter la basura debajo de la alfombra. Quien
quiera oír que oiga y al que no que muera en su ignorancia; pero por sobre todo
que no joda a las generaciones venideras con mentiras.
Ratifico, principalmente debemos tener en cuenta que el nombre que
imponemos también son la expresión de los valores que nuestra generación desea
transmitir a las generaciones venideras. No pidan desde las oligarquías
políticas involucradas en las instituciones de reafirmación de “Los
Corroboradores” brandsenses que sea su cómplice. El que calla otorga y yo no
callo.
Pero de lo que verdaderamente no se quiere hablar, por eso
intentan descalificarme en cualquier discusión como “irrespetuoso”, (porque no
pueden decirme mentiroso obviamente) es de la verdadera discusión, el
incumplimiento de la Ordenanza de imposición de nombres, la Ordenanza Nº 1389,
(Ordenanza amañada para que el entonces departamento de cultura municipal
participe en la redacción de la ordenanza que impusiera una denominación.) es
la de “imposición, designación, inscripción, nominación, o rotulación” de los
espacios públicos provinciales y/o nacionales dentro del partido de Brandsen.
Su Capítulo III, trata sobre el procedimiento de la denominación de los sitios
públicos, es claro. El artículo 15º en lo que nos compete, dice: “… 4)
Fundamentación de la propuesta. (Histórica, cultural, social, religiosa, etc.)
c) La solicitud labrada según el inciso b) y por triplicado será presentada en
el Honorable Concejo Deliberante de Brandsen, donde se sellará una (1) copia
que quedará en poder del solicitante como constancia de recepción del trámite,
remitiendo este Cuerpo otra al Departamento de Cultura de la Municipalidad de
Brandsen. d) Recibida la solicitud en el Departamento de Cultura de la
Municipalidad de Brandsen, ésta evaluará que la propuesta se avenga a las
siguientes pautas: 1)… e) El Departamento de Cultura de la Municipalidad de
Brandsen, invitará a las instituciones y/u organizaciones no gubernamentales
con personería jurídica y/o reconocidas por esta Municipalidad como entidades
de bien público, con domicilio real en el partido de Brandsen, interesadas en
participar del debate sobre la denominación propuesta, debiendo agruparlas por localidades
y barrios, geográficamente más próximas al inmueble a denominar, aplicando en
todo caso el criterio más participativo posible. f) Actuará como órgano de
consulta y asesoramiento, la Junta de Estudios Históricos del Partido de
Brandsen… g) El Departamento de Cultura de la Municipalidad de Brandsen
dispondrá de diez (10) días hábiles desde la recepción de la solicitud, para
elevar al Departamento Ejecutivo Municipal un informe de carácter no
vinculante, sobre la viabilidad de la propuesta, disponiendo el Ejecutivo
Municipal de cinco (5) días hábiles más para informar al Honorable Concejo
Deliberante sobre lo concluido.”
¿Como funciona hoy este mecanismo? Mal, ilegítimamente, contrario
a la normativa. Ahora es así: La nota ingresada al Concejo Deliberante es
enviada al departamento ejecutivo, luego es enviada al departamento de cultura
quien sin intervención la envía a la Junta de Estudios Históricos. Esta envía
lo resuelto al departamento de cultura quien la eleva al departamento ejecutivo
y este la devuelve al Concejo Deliberante. El Concejo Deliberante vota y listo.
Simplificado el trámite y teniendo un Ejecutivo desinteresado, un Deliberativo
y una Junta de Estudios Históricos alineados políticamente, se concluye
haciendo lo que dispone el poder político que maneja el Deliberativo. Este
mecanismo “simplificado” comenzó a utilizarse desde hace muchos años,
contabilicé, según me han comentado mis fuentes, desde su aprobación hace 10
años. Si tomamos este número podemos afirmar desde un punto de vista absolutamente
legal, que podrían ser consideradas ilegitimas o nulas todas las ordenanzas
donde se aplicó la 1389, desde 10 años atrás a hoy. Y en la nota anterior dije
que eso es cosa de abogados o jueces, bueno, allá voy. Y partiendo de la
premisa que las imposiciones por el mecanismo “abreviado” son nulas.
Ahora, dos apreciaciones respecto al organismo de consulta de la
Ordenanza 1389, serán merecedores de mis respetos y loas el día que un informe
al respecto de esta norma o actito político que organicen cuente con los
fundamentos que establecen las reglas que corresponden a un informe científico,
que eso es lo que deben hacer, por si no lo saben, cosa que parece evidente,
este debe tener: 1)Tapa del trabajo; 2) Plan de Investigación; 3)Resumen de la
Información encontrada; 4) Evaluación de las fuentes; 5)Análisis; 5.1) Citas y
comentarios al pie (también pueden ir al final) con fuente; 6) Conclusión; 7) Lista de
fuentes.
Respecto a las
placas mentirosas que colocan con dinero público voy a utilizar las palabras de
un investigador de Almirante Brown, miembro de la Federación de entidades de
estudios históricos de la Provincia respecto a la última colocada: “…A ver. Si la
placa hace alusión al inmueble, a la casa, como efectivamente surge de la foto,
la mención es incorrecta. Los Socobehere tuvieron relación con el inmueble desde
1939, de acuerdo a lo que expresas Carlos Vignola. Es más, yo diría que la
placa es una "ensalada mixta", por cuanto la fecha de 1887 se
corresponde con Bianchi. Si la intención era no mencionar a Bianchi, hubieran
puesto algo así como: "Esta casa perteneció a la Familia Socobehere,
instalados en ALTAMIRANO desde 1876". La mención a BIANCHI hubiera sido la
correcta. Los errores surgen de hacer de la "historia popular" el eje
de trabajo en las Juntas. La "historia popular" debe ser tomada por
la Junta y debe analizarse documentada y fundadamente. Las Juntas no pueden
hacer de la repetición de las tradiciones orales o de los dimes y diretes de un
pueblo, su razón de ser. Si no, no hay trabajo de Junta. Y si encima, la Junta
depura el "hecho" o "acto" histórico y se lo entrega a la
Municipalidad para que ellos tengan la última palabra, el trabajo de la Junta
se arruina. Lo que una Junta debe transmitir es historia académica,
documentada, obviamente condimentada con todas las tradiciones orales
debidamente analizadas y verificadas en el marco de las posibilidades y
enunciadas utilizando el "modo potencial". En Alte. Brown, le
entregamos un dato al Municipio y estos, lo modifican, lo hacen
"políticamente correcto y aceptable" y lo intercalan en el relato
perimido que poseen sobre la historia del Partido. Todo muy lamentable. Con
Eduardo Marcet siempre hablamos de que nos debemos una Jornada de TEORIA de la
historia local, revisar la FILOSOFIA de la historia regional, el objeto y
métodos que utilizamos para tratar de unificar criterios en la matriz historiográfica
de la historia de los pueblos, siguiendo el mandato de Levene. Los inventos de
la sociología, como la "historia actual" para mí no es historia, es
POLITICA. No nos sirve.”
La nota aparecida en Tribuna el 1 de junio
El capítulo siguiente constituye el análisis de como se inventan
fundamentos distorsionando hechos históricos. Una nota donde se hace una
ensalada de hechos históricos errados en nombres y fechas con chismes aparecida
en Tribuna el 1 de junio es el ejemplo de cómo se utiliza la leyenda y los
hechos sin corroboración y pruebas para fundamentar el tema de las calles que
se indicara al comienzo. Sobre lo que allí se vierte de los amores no esta
correspondientemente probado. Por esos supuestos hechos intenta probarse que
Roque tenía mucha y muy fluida relación con la comunidad del Brandsen de
entonces. Esa nota no prueba nada ya que no tiene ningún fundamento
corroborable. El día que aparezcan las pruebas de esos hechos volveremos a
hablar. Hoy no es mas que un chisme que ni siquiera debería tomarme la molestia
de contestar. Pero como dije antes, no quiero otorgar.
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