martes, 14 de mayo de 2019

Las denominaciones de espacios públicos vienen con incumplimiento de ordenanza, “certificaciones de novelas” y celebración del 25 de mayo.


Las denominaciones de espacios públicos vienen con incumplimiento de ordenanza, “certificaciones de novelas” y celebración del 25 de mayo.

Los nombres de los espacios públicos

Los nombres de las calles constituyen expresiones referenciales que se aplican a personas, animales, lugares o marcas registradas, para individualizarlos.
El ensayista británico Thomas Carlyle sostiene que “el nombre es el primer vestido que se le pone al visitante de la Tierra”. Esta identidad que nos da el nombre propio deviene en el apego que cada uno tiene al suyo. Los pueblos griegos y romanos estaban tan de acuerdo con esto que privaban a los esclavos de este derecho. Sensación que se mantiene en aquellos ámbitos en los que no nos sentimos reconocidos y sostenemos: “Ahí sólo sos un número”.
En el caso que tratamos, observamos que, en nuestro distrito, la idolatría, la obsecuencia y el histerismo que padecemos con manifiesta intensidad, el poder político local emprendió con la Memoria Histórica realizando acciones para imponer dos nombres a las más importantes vías públicas existentes. Parece que resulta tremendamente importante combatir la difícil coyuntura económica que atravesamos con la prioridad que supone imponer nombres de quienes solo los más lúcidos historiadores conocen con exactitud y profusión; y la precipitación y la incultura de los ediles precipita a poner nombres a calles de personas sin estudiar a conciencia sus fundamentos, por razones partidarias y políticas y sin consulta a las personas indicadas. Y esto no es nada, además, estas imposiciones no solo tergiversan la historia, sino que se hizo incumpliendo la Ordenanza aprobada el 21 de septiembre de 2009, la N°1389 sobre la imposición de espacios públicos, debido a que nadie se ocupó en adecuar.
Para aquellos que se enojen con mis afirmaciones, puedo decirles que mi tarea pública consiste en entrar en polémicas, inundar mi blog con disquisiciones que, como sé que pasará, solo me conducirá a dolores de cabeza, que se podrían evitar simplemente con atender otras cosas más importantes; pero no sería justo con mi trabajo como investigador histórico.
image
La plaza Brandsen con los senderos que fueron humillados con los nombres impuestos
(foto de Argentina Turismo)
Y es aquí donde voy a entrar en esto de poner nombres a las calles, esos lugares donde el tránsito humano cotidiano ofrece la versión de la ciudad, de su historia, de su caminar en el tiempo. Si te paras a pensar en una de esas calles que recorres casi de continuo se puede advertir imágenes de antaño que te devuelven la vida de lo ya recorrido. Algo que solo tu mente puede ofrecer con la exactitud de lo que verdaderamente ocurría y advertías. Desde niño a persona adulta, las calles forman parte de tu propia historia.
En Brandsen no hay riqueza de matices de un mismo concepto cuando se propone empezar a examinar el nombre con el que se bautiza una calle por las normas aprobadas por el municipio. La importancia que tiene el mecanismo que se utiliza nos da una fiel imagen de la manera de ver el mundo que tiene el grupo político que lo impone, sin tener en cuenta que, como decía una voz autorizada: “las calles de un pueblo son como páginas de un libro de historia”. Y así es por cuanto que los nombres propios advierten del recuerdo y homenaje de personas ilustres, hechos históricos, entre las muchas posibilidades existentes. El problema radica cuando se utilizan fórceps para ello, solo para cumplir los deseos de ese grupo que los impone. Por esto se me hace evidente y concluyo que el ejemplo de las denominaciones representa y simboliza la manera como la burguesía oligárquica triunfante impone sus intereses.
Sea como fuere, lo cierto es que discrepo del hecho de vincular calles a nombres, por muy ilustres que hayan sido. Creo que la obra del ser humano debe quedar en su originaria aportación artística, intelectual, científica, política o de la índole que fuere, y en la necesidad de que las distintas generaciones lleguen a ellas y las saboreen hasta la saciedad. Por ello, me cuesta que se impida fotografiar una obra de arte o se dificulte el acceso a la misma, pues con ello lo único que se hace es quitar prestancia a su autor y a su doctrina u obra, aunque se quiera adornar de lo contrario. Lo cierto es que estas polémicas que de vez en cuando surgen con respecto a los nombres de las calles podrían fácilmente evitarse con un poco de más imaginación.
Mi recelo viene desde que puedo advertir que los gobernantes tienen –y muestran a las claras- sus inclinaciones, políticas por supuesto, pero también artísticas o ideológicas, de modo que su privilegiada posición hará que unas personas puedan brillar más que otras según el sitio en el que se plasme su nombre. En mi ciudad, por dar un ejemplo, nombres vinculados a lo académico, de los que fueran afortunados en el recuerdo, disponen de calles de categoría ínfima en el entorno urbanístico, mientras que otras figuras resaltan con emblemáticos nombres. Y no faltan en el panorama ejemplos de calles que lucen con nombres de personajes respetables y sin embargo están asociados a calles de mala o meridiana fama. Qué pena dar comprobar cómo pasan las personas por la vida en un completo anonimato, aun habiendo sido artífices de tantas y tantas hazañas en pro de la humanidad y la sociedad, en la cercanía de los pueblos y las calles, y no merecen más que su nombre figure –en su caso- en una lápida, como ciudadanos de segunda, tercera o sucesiva categoría, y otros, que por su legendario paso por el mundo, mantendrán viva la llama de su nombre hasta que los ediles del momento decidan borrarlo.
La historia también se cubre con lo que se ama y apoya, punto de inflexión sobre lo que una determinada sociedad persigue y quiere, no un grupo. Me atrevo a recordar ese artículo de nuestra Constitución que resalta cómo todos tenemos que ser iguales, sin discriminaciones. Un buen comienzo para solucionar todo este despropósito podría ser no hacer distinciones entre ciudadanos, solo para enorgullecernos en los aspectos que le son inherentes.


La Ordenanza Nº 1389, (Ordenanza amañada para que el entonces departamento de cultura municipal participe en la redacción de la ordenanza que impusiera una denominación.) es la de “imposición, designación, inscripción, nominación, o rotulación” de los espacios públicos provinciales y/o nacionales dentro del partido de Brandsen. Su Capítulo III, trata sobre el procedimiento de la denominación de los sitios públicos, es claro. El artículo 15º en lo que nos compete, dice: “… 4) Fundamentación de la propuesta. (Histórica, cultural, social, religiosa, etc.) c) La solicitud labrada según el inciso b) y por triplicado será presentada en el Honorable Concejo Deliberante de Brandsen, donde se sellará una (1) copia que quedará en poder del solicitante como constancia de recepción del trámite, remitiendo este Cuerpo otra al Departamento de Cultura de la Municipalidad de Brandsen. d) Recibida la solicitud en el Departamento de Cultura de la Municipalidad de Brandsen, ésta evaluará que la propuesta se avenga a las siguientes pautas: 1)… e) El Departamento de Cultura de la Municipalidad de Brandsen, invitará a las instituciones y/u organizaciones no gubernamentales con personería jurídica y/o reconocidas por esta Municipalidad como entidades de bien público, con domicilio real en el partido de Brandsen, interesadas en participar del debate sobre la denominación propuesta, debiendo agruparlas por localidades y barrios, geográficamente más próximas al inmueble a denominar, aplicando en todo caso el criterio más participativo posible. f) Actuará como órgano de consulta y asesoramiento, la Junta de Estudios Históricos del Partido de Brandsen… g) El Departamento de Cultura de la Municipalidad de Brandsen dispondrá de diez (10) días hábiles desde la recepción de la solicitud, para elevar al Departamento Ejecutivo Municipal un informe de carácter no vinculante, sobre la viabilidad de la propuesta, disponiendo el Ejecutivo Municipal de cinco (5) días hábiles más para informar al Honorable Concejo Deliberante sobre lo concluido.”
¿Como funciona hoy este mecanismo? Mal, ilegítimamente, contrario a la normativa. Ahora es así: La nota ingresada al Concejo Deliberante es enviada al departamento ejecutivo, luego es enviada al departamento de cultura quien sin intervención la envía a la Junta de Estudios Históricos. Esta envía lo resuelto al departamento de cultura quien la eleva al departamento ejecutivo y este la devuelve al Concejo Deliberante. El Concejo Deliberante vota y listo. Simplificado el trámite y teniendo un Ejecutivo desinteresado, un Deliberativo y una Junta de Estudios Históricos alineados políticamente, se concluye haciendo lo que dispone el poder político que maneja el Deliberativo. Este mecanismo “simplificado” comenzó a utilizarse desde hace muchos años, contabilicé, según me han comentado mis fuentes, desde su aprobación hace 10 años. Si tomamos este número podemos afirmar desde un punto de vista absolutamente legal, que podrían ser consideradas ilegitimas o nulas todas las ordenanzas donde se aplicó la 1389, desde 10 años atrás a hoy. Pero eso es cosa de abogados o jueces.


El caso de los senderos diagonales de la Plaza Brandsen es un excelente ejemplo para graficar como se imponen los nombres de los espacios públicos en Brandsen.
Hagamos crónica. Una vecina participó de una charla en el Museo municipal, donde se sobrevaloraban las figuras de los integrantes de la familia Sáenz Peña respecto a sus relaciones polifacéticas con el distrito. Entonces se le ocurrió que los nombres de dos personas de la familia, las supuestamente más destacadas, podrían ser utilizados para denominar los senderos diagonales de la plaza central de la ciudad. Los elegidos fueron Roque Sáenz Peña y su yerno, Carlos Saavedra Lamas. Presentado el proyecto, desató el sistema esperado. nació del museo, se presenta en el Concejo, se manda a la Junta sin estudio previo y serio vuelve y se aprueba. Todo un sistema para aprobar lo que “ya estaba de antemano aprobado”. (Amigos, Museo, Junta, poder político de mayoría. Todos respondiendo).
Lo irrisorio fueron los fundamentos de los proyectos de ordenanza.
Para Saavedra Lamas dice: En el visto: La notable figura del Dr. Carlos Saavedra Lamas y su estrecha relación con este distrito” y en los considerandos, entra en una serie de bondades sobre la figura del que se homenajearía y dice que “…Además, ocupó una banca como Diputado por la Provincia de Buenos Aires y por la Capital Federal. Que el Dr. Carlos Saavedra Lamas se casó con Rosa Sáenz Peña, y al fallecer Roque Sáenz Peña administro la parte del campo que le correspondía en el Partido de Brandsen, al cual concurría cada tres mes a pasar una temporada en el mismo; Que en el período de tiempo en que Carlos Saavedra Lamas frecuentó Brandsen gran parte de la población lo conocía porque él hacía compras en los distintos comercios de Brandsen, y era muy agradable y cortés; Que el nombre propuesto reúne los requisitos tipificados por la Ordenanza Nro 1389, que se refiere a la denominación de bienes públicos”. Respecto a los antecedentes utilizados no podemos obviar su trabajo como jurista, pero el resto utilizado para la denominación aplicaría casi a los de Julio Humberto Grondona, porqué no ponerle su nombre a un sendero de la plaza, si los concejales dicen que no es importante.
Para Roque Sáenz Peña, entre otras cosas dice: “…La figura del Ex Presidente de la Nación Roque Sáenz Peña, el cual fuera vecino y residente de nuestra comunidad… (…) …En enero de 1914 abrumando por sus dolencias y la oposición de sus adversarios se retiró a San Luis Beltrán, solicitando una licencia por tiempo indeterminado; Que con fecha 25 de febrero dejo su estancia, y se trasladó de Ferrari a San Isidro, donde falleció el 9 de agosto de 1914…”
Respecto a todo esto podemos afirmar que vecino no fue, residente ocasional y estanciero si, pero vivió de chico en Moreno 431 de Buenos Aires y de adulto en un palacete de Barrio Norte y luego en San Isidro. Si fue vecino, lo fue de Buenos Aires y de San Isidro, pero venía a visitar su estancia de Brandsen, que ni siquiera había adquirido, sino que recibió de herencia, vale decir que ni siquiera la eligió.
El 1° de abril de 2019 el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad las Ordenanzas N.º 2021 y 2022, tan desastrosas son ellas que hasta el artículo 1º donde se impone el nombre de “Dr. Carlos Saavedra Lamas, dice “…hasta el cruce de las calles San Martín y Luis Sáenz Peña”. Acaso no saben los concejales que la calle no se llama Luis Sáenz Peña sino Sáenz Peña.
Ya que no hay que “educar al soberano” sino “al mandatario” ponemos unas acepciones de “vecino, a” de la R.A.E. 1. adj. Que habita con otros en un mismo pueblo, barrio o casa, en habitación independiente. U. t. c. s. 2. adj. Que tiene casa y hogar en un pueblo, y contribuye a las cargas o repartimientos, aunque actualmente no viva en él. U. t. c. s. 3. adj. Que ha ganado los derechos propios de la vecindad en un pueblo por haber habitado en él durante el tiempo determinado por la ley. U. t. c. s. 4. adj. Cercano, próximo o inmediato en cualquier línea.
5. adj. Semejante, parecido o coincidente.
La palabra más acertada para haber utilizado hubiese sido “conciudadano” que significa cada uno de los ciudadanos de una misma ciudad, respecto de los demás. Pero tampoco aplicaban a estos casos.
¿Qué tiene que ver todo esto con el 25 de mayo? Que parte de los actos es la colocación de los carteles con los nombres de Roque y su yerno. Todo cierra.
Y para terminar utilizo una frase que no es mía sino de nuestro vecinalista amigo Gabriel Canteros: “Quizás para Uds. no sea importante, pero por eso estamos como estamos”.

miércoles, 8 de mayo de 2019

El puente que se nos fue para siempre

El puente que se robó Roque Sáenz Peña

Así se encontraba el puente en 2010. Hoy ya casi no existe.
Las barrancas que presenta el arroyo Samborombón o Samborombón chico, a diferencia del río homónimo, mantenía aislada la parte noroeste del Partido, obligando a los estancieros que debían llegar a la estación Ferrari a transitar muchos kilómetros para hallar el punto vadeable o bien dirigirse para comerciar sus productos a la estación Domselaar. Si bien con el puente de Pencoyd se logró unir con comodidad este sector del partido con su pueblo cabecera, gran parte del año se tornaba intransitable para sacar los productos de las estancias a causa de las lluvias que anegaban sus alrededores y hasta lo cubrían, como asimismo se obstaculizaban las partes vadeables del río Samborombón. Esto hacía necesario buscar una solución, que no era otra que construir un nuevo puente en un sector más alto. De acuerdo, los vecinos de la zona en el lugar donde debía construirse un paso para llegar a la estación ferroviaria, durante diciembre de 1894 deciden solicitar al gobierno provincial la construcción de un puente. El encargado de redactar la nota de presentación del proyecto ante las autoridades fue el escribano Rufino Martínez. Escritas las notas dirigidas al ministro de obras públicas provincial Emilio Frers, quien tenía campos en Domselaar; en enero de 1895 comienzan a ser suscriptas por todos los interesados, obteniéndose la adhesión de Rufino Martínez, Marcelino Domínguez, Hortensio Ferrari, Juan Molinuevo, Germán Acuña, Eladio Ferredón, N. Baró, Pablo Pita, Bonifacio Islas, Víctor French hijo, Bernardo Yrigoyen, Marciano Correa, Arturo Ferrari, Eugenio Iruvazabal, Víctor Piñero, José Brown, Pedro Martínez, N. Barragán, Néstor Morales Ruiz, el recientemente renunciado presidente de la República Luis Sáenz Peña, Antonio de la Horrán, Carlos Villar y Enrique Urrieta. En abril se ingresa la solicitud en el ministerio formándose expediente, comenzando a tramitar en noviembre cuando se designa un empleado a fin que informe sobre el lugar, el camino donde se instalaría y su conveniencia. Este informe preliminar elaborado para el director de puentes y caminos del ministerio abrió las puertas para que el informe final redactado el 4 de diciembre, el director sea contrario a la instalación en el lugar propuesto por los vecinos, ofreciendo la construcción de uno “...en el camino de Ranchos a San Vicente, es decir como a cinco kilómetros aguas abajo del punto anterior; porque así el puente puede prestar no tan solo servicio a los vecinos locales sino también a una extensa zona del Sud de la Provincia...”. Por este despacho adverso el puente iría al partido de San Vicente, abriendo la posibilidad a que su municipio arrebatara el proyecto, al día siguiente el intendente se presenta como parte en el expediente apoyando el informe del departamento de caminos y puentes. No caben dudas que el ministro había pasado la información al intendente sobre el trámite del puente a construirse. Parecía que Brandsen había perdido la partida. Las notas siguieron su gestión y comienzan a pensarse los aspectos técnicos de obras, presupuestos, contratos y pliegos de licitaciones para que el puente se construya en el camino de San Vicente a Ranchos, tarea que se concluye el 18 de mayo de 1898.
El tema del puente había dejado de ser político para transformarse en un juego de poder. Decidido a tener el puente para sí, como respuesta al ministro y al intendente de San Vicente, Brandsen juega su mejor carta, el 2 de octubre de 1899 el intendente municipal de Brandsen, Modesto Vera, encomienda y autoriza por escrito a Roque Sáenz Peña “...a que pueda gestionar ante el Superior Gobierno de la Provincia la construcción de un puente sobre el arroyo Samborombón en combinación con el que construyó el Gobierno Nacional sobre el Samborombón Chico con arreglo a la solicitud que presentó al Gobierno de la Provincia este vecindario en enero de 1895, solicitando su ubicación sobre terrenos de propiedad del Señor Vinent, por considerar que esa ubicación es la que favorece no solo a los numerosos vecinos que solicitaron ese puente, sino también los del pueblo de Brandsen atrayendo a la estación Ferrari el movimiento económico de las numerosas propiedades que quedan al Oeste y Sud del Samborombón...”
En ese año era ministro Adolfo Saldías. Roque Sáenz Peña, recién llegado de la Conferencia Internacional Americana de Washington, donde en su discurso dejara para la posteridad la frase “America para la humanidad”, solicita al ministerio el préstamo del expediente, otorgándoselo el día 17. Estudiado, prepara las notas para rebatir el proyecto oficial. El 10 de noviembre se presenta como parte adjuntando sus observaciones y el poder otorgado, revelando haber hecho un minucioso informe del mismo, ampliando la fundamentación de los vecinos y autoridades municipales del partido. En ese sentido establece su argumento en que el puente responde a un sistema de comunicación interior que evitaría la segregación de una importante zona que por efectos de las aguas queda incomunicada de la estación Ferrari y del centro poblado de Brandsen, no siendo una comunicación interdepartamental la que se buscaba, sino que respondía a otro orden de conveniencia al que el gobierno fomentará oportunamente, no interesando esto al vecindario en la misma medida que sus comunicaciones interiores y su efectiva jurisdicción administrativa y policial, la que se interrumpía en cada desborde del arroyo. Asimismo, entre tanta explicación convincente y en detrimento del proyecto oficial, expone que el puente proyectado tiene 102 metros de luz mientras que el solicitado contaría con 30 a 35 metros, y que la municipalidad y los vecinos estarían dispuestos a suministrar el ladrillo necesario los estribos del puente, costear los movimientos de tierra y poner a disposición los empleados de la cuadrilla municipal. Por último, solicita que los papeles sobre el puente sean devueltos para su revisión al Departamento de Ingenieros y, cometiendo una contradicción respecto al pedido original que solicitaba el puente sobre el arroyo
Samborombón Chico, señala Sáenz Peña que la instalación fuera “...con la ubicación pedida por los vecinos y que es la señalada con la letra D en los terrenos de Udaquiola (plano f.6)...” Esto cambiaba radicalmente la localización del puente. La letra D en plano de foja 6 a que refiere, es el plano que adjuntó el primer inspector que informó en noviembre de 1895 sobre la conveniencia del pedido vecinal de instalar un puente en ese punto, por el que se terminó resolviendo no hacer lugar a la construcción. Los terrenos involucrados en la ubicación sostenida por los vecinos y el municipio de Brandsen eran los de Lázaro Repetto, antes sucesión de Pedro Ferrari; los de Vinent y Uhalt, ex Udaquiola, no estaban comprendidos hasta ese momento. Con el cambio formulado por Sáenz Peña ahora se incluían. El mejor argumento que pudo ofrecer uno de los mejores oradores que dio la historia nacional no pudo tapar la
realidad, por su ubicación el puente provincial solo prestaría servicios a la familia Sáenz Peña y escasos vecinos de los alrededores a sus propiedades.
De aquí en más el trámite se torna confuso respecto a la ubicación del puente, ya que alternativamente se lo cita como el del arroyo Samborombón Chico, el de Samborombón Chico, el del Samborombón o el del río Samborombón. Es extraño observar tanta confusión de los ingenieros entre puntos disímiles, por lo
cual podía existir un motivo que explicara el uso de los diferentes nombres. El esclarecimiento a esta fluctuación puede inferirse a partir de dos notas que se encuentran en un expediente conexo al del origen del puente, resultando que no se trata de uno sino de dos puentes iguales pero en distintas ubicaciones, con el mismo constructor, materiales y auxilio económico de los dineros municipales. El del río Samborombón era el proyecto oficial, abonando la provincia los estudios, maderas, hierros y mano de obra necesarios para las secciones aéreas.
Dos días después de la presentación de Sáenz Peña, el ministro suscribe su pedido. El 2 de diciembre los nuevos estudios estaban concluidos. Para la ubicación del puente se reunieron José María Vinent, Clemente Uhalt, Roque Sáenz Peña en nombre y representación de la municipalidad y el Departamento
de Ingenieros, acordándose que cada uno de los propietarios involucrados en las obras cedería la mitad del terreno necesario para la apertura de la calle de acceso al puente y su continuación.
El nuevo proyecto contemplaba reducir en máximo los costos, se previó que tendría 40 metros de largo, calculado para dar paso solamente a las crecientes ordinarias, por esto los terraplenes serían bajos. Tendría un ancho de 5,40 metros entre barandas, en 8 tramos de 5 metros cada uno, con estribos de albañilería de 33.000 ladrillos; pilares intermedios tirantes y el resto de la construcción “de madera dura de quebracho colorado o urunday”. Al formular el presupuesto y el pliego de bases y condiciones para la licitación de la obra, se tuvo en cuenta que la municipalidad había ofrecido los ladrillos y la construcción
de los terraplenes. El presupuesto total arrojó la cantidad de 12.140,20 pesos, 10.750,75 los aportaría el Ministerio de Obras Públicas y 1389,45 la municipalidad de Brandsen. El 9 de diciembre el ministro resuelve aprobar todo el trámite. Inmediatamente se publicó el llamado a licitación pública y el 30 se procedió a la apertura de ofertas habiéndose presentado 5 oferentes, de las que solo uno se ajustaba al pliego, pero al omitir la pintura de las piezas de hierro el departamento contable aconsejó el 18 de enero de 1900 llamar nuevamente a licitación. Dadas las explicaciones del caso por el oferente con mayores posibilidades de ganar, el Departamento de Ingenieros acepta su exposición por lo que aconseja al ministro su aprobación, la que se realiza el 5 de febrero; por la cual el constructor del puente será Marius Andrieu. El empresario realiza el depósito del 5% sobre el total del contrato y el 5 de febrero se lo rubrica. Las secciones de las obras que le correspondía terminaron el 30 de mayo de 1900. Las obras completas fueron oficialmente entregadas al servicio público 13 años después (1913).

POSEO EN MI ARCHIVO UN EJEMPLAR ORIGINAL DEL PLANO DE ESTE PUENTE QUE BIEN PODRÍA UTILIZARSE PARA SU RECONSTRUCCIÓN.

domingo, 5 de mayo de 2019

Homenaje día de los monumentos: El monumento que falta

La casi totalidad de los partidos de la provincia que llevan nombres de personajes ilustres suelen contar con un monumento, generalmente ecuestre, de la figura en cuestión, ubicado en el centro o punto destacado de la plaza principal de su ciudad cabecera. No todos, Brandsen es uno de esos partidos que son la excepción a la regla. Aunque tempranamente se pensó en la posibilidad de contar con un monumento del personaje ilustre que da nombre al partido, nunca se concretó; no obstante el serio intento de materializarlo. En ocasión de encontrarse próximo el centésimo aniversario del nacimiento del prócer que dio nombre a este partido, el coronel post mortem Carlos Federico Brandsen, un 28 de noviembre, autoridades y destacadas figuras político sociales de entonces, pensaron a principio de 1885 que el momento bien merecía la oportunidad para construir un monumento a Brandsen a instalarse en la plaza del pueblo capital del distrito. Para ello conformaron una comisión de doce miembros, que fue bautizada con el nombre de “Comisión directiva del 1er centenario del Coronel Brandsen”. Fueron elegidas como autoridades Rufino M. Martínez con el cargo de presidente, entonces intendente municipal; Ramón J. Segade como vicepresidente; Ezequiel Silva como secretario y Juan Albino Llanos como tesorero. Además resolvieron solventar los gastos del monumento, una estatua, con una suscripción popular por todo el país. El acto debía realizarse el día 28 de noviembre, para ello se pensó en la clásica formula de cualquier celebración pública: tedeum, bendición, colocación de piedra fundamental del monumento y luego fiesta; oficialmente lo denominaron “Acto solemne de la bendición y colocación de la piedra fundamental del monumento a erigirse al coronel Brandsen, Tedeum y demás fiestas que con tal motivo han de tener en este pueblo”. Para dar brillo al acontecimiento el ministerio de gobierno de la provincia enviaría a la banda de música de la policía; designaron padrino a Luis Sáenz Peña; invitaron al acto al gobernador y los ministros, los que ni contestaron; al ejército; y al doctor Ángel Justiniano Carranza, biógrafo de Brandsen.
El monumento a Brandsen donde 
descansan sus restos en Recoleta
Llegado el día 28 de noviembre del año 1885, se realizó la celebración, la que comenzó en la parroquia local con el Tedeum; luego los asistentes se dirigieron al lugar donde se erigiría el monumento y luego de la correspondiente bendición se colocó la piedra fundamental. Siguieron los discursos, el primero fue el de Luis Sáenz Peña, el que enalteció la memoria del coronel Brandsen y relató sus campañas en pro de la independencia americana; le siguió en el uso de la palabra el señor presidente de la comisión, Rufino Martínez; después habló en nombre del ejército argentino el mayor de caballería Damianovich y Spiro; y finalmente el doctor Ángel Justiniano Carranza. Luego vino la fiesta. La crónica de los acontecimientos, aparecidos en el diario El Día, relata que las fiestas celebradas “…fueron brillantes, asistiendo numerosa concurrencia de Buenos Aires, de la localidad y pueblos vecinos…”. 
En ocasión de celebrarse el centenario de la Revolución de Mayo, el proyecto del monumento al coronel Brandsen volvió a la vida pasando a ser el centro de los festejos. El acto central de esa conmemoración sería, al igual que en noviembre de 1885, construir el monumento a Brandsen en la plaza central del pueblo. Como todos estos homenajes se habían olvidado, el concejal radical Pedro Arrascaete presentó un proyecto para llevar a la práctica las resoluciones dictadas por la municipalidad para tributar debido homenaje a la memoria del coronel Brandsen, del general Bartolomé Mitre y doctor Luis Sáenz Peña consignados estos últimos en las Ordenanzas N° 107 y N° 133.
Imagen del capitán Brandsen,
coronel post mortem
En la sesión del 14 de abril de 1911, a instancias de Arrascaete, se sancionó una resolución creando una comisión compuesta por Rufino Martínez como presidente, como vice el doctor Otto Rottgardt, como tesorero Modesto Vera, como protesorero Juan Lianza, como secretario Pablo I. Pita, como prosecretario Luis Rovello, como vocales Juan Savori, Gerónimo Rocca, Santiago Walker y Luis Bigot. A su cargo tendría todo lo relativo a la creación de la estatua del coronel Brandsen iniciada por la comisión del centenario designada por el Departamento Ejecutivo, de la que formaban parte la mayoría de los designados, y llevar a término lo dispuesto en las Ordenanzas 107 y 133. Para la ejecución de las ordenanzas, la municipalidad contribuiría con tres mil pesos que serían entregados a la comisión en una sola o en diversas cuotas según lo permitan las rentas. La comisión quedaba facultada para iniciar suscripciones populares en las formas y modo que lo estime conveniente y para el monumento del coronel Brandsen solicitar el concurso de los poderes públicos de la Nación y de la Provincia debiendo publicar los balances respectivos cada tres meses y terminado su cometido presentar sus cuentas a la municipalidad para su aprobación, las que se incluirían juntamente con los libros y papeles que hayan pertenecido a la comisión. Las comisiones que con el mismo objeto hubieran funcionado antes harían entrega a esta nueva comisión, los fondos que existan en su poder, libros y papeles correspondientes. Se constituyó así, otra comisión para no lograr los fines.
La muerte del capitán Brandsen en la batalla de Ituzaingo 
Recién a partir de la década del 20 del siglo XX, fue colocado el cuadro de Luis Sáenz Peña, junto al de Pedro J. Ferrari en el pórtico de la casa municipal, las placas y demás. El homenaje a Mitre se realizó en 1921, colocándose una placa de bronce en la entonces escuela N°1, conmemorando el centenario de su nacimiento. La placa dedicada a Luis Sáenz Peña sería colocada en 1926. Del monumento a Brandsen, nada más se supo hasta que se colocó un pequeño busto en uno de los laterales del círculo central de la plaza. Aun puede apreciarse que el monumento nunca fue colocado. Esperemos que algún día alguien retome la iniciativa para instalar un monumento acorde a la figura del hombre que dio su apellido, pero con Z, a nuestro partido.