Epidemias con
temor eran las de antes?
El período de
las grandes epidemias en el actual territorio que conforma Brandsen, al igual
que en la Argentina, se inicia cuando se comenzaba a incorporar al país la
economía del mundo como proveedora de materias primas. Hacía escasos 15 años
que se había constituido como tal a través de una constitución, de la cual
estaba ausente la provincia de Buenos Aires. En el período posterior los
presidentes liberales Mitre, Sarmiento y Avellaneda, los que habían logrado
sofocar los últimos intentos de sublevación de los caudillos del interior
imponiendo la autoridad estatal, pensaban en un crecimiento de la economía
argentina en base al desarrollo de la producción de productos primarios y por
lo tanto intentaban incrementar la población mediante la inmigración europea.
Durante la segunda mitad del siglo XIX hubo cuatro grandes epidemias, la
de cólera en los años 1867-1868, la de fiebre amarilla en 1871 que afectó
directamente Buenos Aires y sembró el terror en la campaña, y nuevamente el
cólera en 1873-74, en 1886-1887 y en 1894-1895. Estos brotes epidémicos
generaron un gran impacto en términos de demográficos y sanitarios.
En el otoño de 1867 se desata la primera epidemia de cólera, que va a
desarrollarse en la mayoría del territorio argentino comenzando con un contagio
de escasa importancia en Rosario y Buenos Aires, pero en el verano de 1867-68
se produce el primer brote que se expande por varias provincias argentinas,
siguiendo principalmente las grandes vías de comunicación. Esta primera
epidemia tuvo consecuencias terribles para la población en varias ciudades,
llegando a impactar fuertemente sobre la mortalidad y generando no sólo muerte
sino terror en la sociedad. La defección de la medicina y del mismo Estado
impotentes no pusieron a reparo a la población afectada para detener la marcha
de la enfermedad, por ausencia de instituciones y organismos que fueron
suplidos por formas de organización que solo paliaron las consecuencias.
Traslado de enfermos en el Buenos Aires de 1871 |
En momentos que ingresa el cólera en Argentina, el país se encontraba
inmerso en una guerra aliada a Uruguay y Brasil contra el Paraguay. Por lo
tanto, se trató de un período caracterizado por choques armados, desarrollo
poblacional creciente y tránsito importante, especialmente en la región del
litoral atlántico. Los paradigmas que determinaban el accionar de la medicina
eran los de la teoría miasmática, que postulaba que la enfermedad se producía
como consecuencia de los miasmas
(emanaciones nauseabundas de materia orgánica en descomposición) que llevaban
partículas que al ingresar en el cuerpo humano provocaban la enfermedad y la
teoría del “contagio” que tenía como premisa que la dolencia se producía como
consecuencia del contacto de una persona enferma con una sana. Estas teorías que
estaban más cerca de la magia que de la medicina científica determinaban
también las prácticas sociales a la hora de evitar la enfermedad y la
terapéutica médica que consistía, en la mayoría de los casos, en aislar a los
apestados en lazaretos sin medios terapéuticos eficaces. Hacia 1867 el cólera había invadido las ciudades de Buenos Aires,
Rosario, Corrientes, Entre Ríos y golpeaba también a las tropas del Ejército
instalado en el Nordeste argentino como consecuencia de la guerra con el
Paraguay. A fines de ese año invadía el interior de la provincia de Buenos
Aires. En la segunda mitad del año el cólera comenzó a adentrarse en el
interior de la Argentina, pasó de la zona litoral al interior y lo hizo
simultáneamente hacia fines de 1867 ingresando en los partidos de San Fernando,
San Isidro, Las conchas, Zárate, Exaltación de la Cruz, San Antonio de Areco y
San Nicolás, llegando a Ranchos, Chascomús y Dolores, en la primera quincena de
diciembre.
Si en la primera etapa el principal vector fueron los ríos que, llevando
barcos y cadáveres en sus aguas, en el segundo fue esencialmente el hombre con
sus actividades económicas el que generó la expansión del cólera. El rápido
desarrollo del cólera en el interior de la provincia de Buenos Aires sólo puede
explicarse a partir del desarrollo de un intenso comercio que generó una cadena
epidemiológica capaz de trasladar el vibrión colérico siguiendo el mismo camino
del comercio.
En ese entonces y hasta 1875, el actual territorio del partido de
Brandsen estaba dividido en dos partes con jurisdicciones distintas, separadas
como límite por el Río Samborombón. El sector al Norte del río Samborombón
constituía parte del cuartel 3° y la totalidad del 4° del partido de Ensenada,
el que incluía la estación Ferrari del Ferrocarril Sud. Al Sur del Samborombón
pertenecía al cuartel 6° del distrito de Ranchos, el que incluía las estaciones
Jeppener y Altamirano (ver plano del territorio en 1866).
En el inicio de la epidemia, ambos municipios se ponen en alerta y
comienzan a articular los medios para frenar el avance de la enfermedad.
En el sector del actual Brandsen al Norte del Samborombón, como
mencionáramos, perteneciente en aquel tiempo a Ensenada, la primera víctima fue
denunciada al juez de paz Tiburcio Bustos, por el alcalde del cuartel 4°,
Baldomero Abascal, el 19 de diciembre de 1867. Se trataba de José Chabas, quien
había fallecido del cólera en casa de José Hita, el que había abandonado el
cadáver en medio del campo, viéndose obligado luego a hacerle sepultar en el mismo
lugar en que se hallaba, poniendo una señal para sacar después sus restos.
El 28 de diciembre, el mismo alcalde da cuenta que en la tarde anterior
había fallecido del cólera Baldomera Barragán, no hallándose persona alguna que
la quisiera sepultar, ni aun pagando quinientos pesos, encontrándose el esposo
de la difunta en Barracas, y no queriendo nadie hacerse cargo del cuerpo.
También informaba que tenía conocimiento de otro vecino que estaba por
“expirar” atacado de la misma enfermedad, esperando se tomaran las medidas que
requería tan terrible situación. Son los únicos tres casos registrados en el
territorio de Ensenada que hoy conforman los cuarteles 1°, 2°, parte del 4°, 6°
y 9° del actual Brandsen.
El municipio organizó las medidas para frenar las consecuencias
tardíamente, a partir del 4 de enero de 1868. Recién ese día el municipio
constituyó una comisión de sanidad compuesta por Patricios Ramos, como
presidente; Pedro Vitali, como secretario; y Tomás García, Domingo Parodi,
Tiburcio Bustos, José Durañona y Lucio Reyes, como vocales. En su primera
sesión resolvió: 1° Que se trasladasen los cadáveres a un cementerio nuevo
improvisado para el caso sito a unas 20 cuadras del pueblo y a inmediaciones
del Camino Blanco. 2° que fuesen los cadáveres cubiertos por una fuerte capa de
cal y rellenado el cajón con conchilla y que las sepulturas tuviesen dos varas
de profundidad. 3° Que los abastecedores de carne hicieran la matanza fuera del
pueblo y que enterrasen los restos de los animales que carneasen. Asimismo, los
pescadores debían enterrar los residuos que les sobrasen de la venta, y de lo
que charquearan. Prohibir la entrada a rodados y buques conduciendo familias,
hasta cerciorarse por medio de un comisionado, del estado de salud. Prohibir el
lavado de ropa o bañarse en las aguas de arroyos, en ciertos tramos. Dar cuenta
inmediatamente a la autoridad de cualquier enfermedad grave, a fin de que el
enfermo fuera rápidamente atendido. Vigilar los bañados y nombrar encargados de
hacer cumplir estas disposiciones. Cuatro días después, 8 de enero, Se nombran
comisiones en todos los cuarteles, propinándoles los remedios que recomendaban
las autoridades provinciales de salud en todo el territorio: “1 frasco de
licor anticolérico de las Hermanas de Caridad, 1 frasco de esencia de yerba
buena, 1 frasco de gotas de Rubini, 1 frasco de untura de aceite de manzanilla,
para las partes atacadas de calambre y un paquete de manzanilla para que se
administrase como té, pero bien caliente.”
En Ranchos, por falta de dinero para enfrentar la crisis, la primera
medida para enfrentar la crisis es suplicar el auxilio del gobierno provincial.
Seguido se conformó una Comisión Sanitaria constituida por vecinos, que
dependería del Consejo de Higiene provincial. La Comisión Sanitaria dispuso la
apertura del “lazareto” de Zenón Bravo, encomendó el accionar del médico
municipal Fulgencio San Millán y estableció un cordón sanitario entre las
estaciones Jeppener y Altamirano, poniendo en cuarentena a los pasajeros que
vinieran de Buenos Aires. A su vez recomendó a los vecinos a blanquear con cal
todo lo que se pudiera y puso a disposición los remedios necesarios para el
mal.
En los actuales cuarteles 3°, 5° y 7° de Brandsen, entonces 5° y 6°del
partido de Ranchos, el primer enfermo de cólera
registrado ingresó por el ferrocarril, bajando del tren en la estación Jeppener
el 4 de agosto de 1867, siendo detenido e inmediatamente remitido al lazareto
para cumplir con la cuarentena impuesta.
El 12 de enero, el juez de paz reitera la petición de dinero al gobierno
provincial, enviando como emisario a Juan Garraz. Describía que las
circunstancias en esa población eran cada vez más deplorables, contando a esa
fecha con una mortalidad de 15 personas diarias, sin contar el mayor número de
víctimas que se registraban en los cuarteles 2°, 3°, 4° y 7°; y que la Comisión
Sanitaria había encargado a Juan Garay la compra de colchones, frazadas y
catres en Buenos Aires que tenían que pagarse al contado.
Ya que era una enfermedad que se transmitió por las vías de
comunicación, es evidente que el cerco sanitario dispuesto al ferrocarril
funcionó para proteger a las poblaciones de Jeppener y Altamirano. Recién el 26
de abril de 1868, se creyó oportuno suspender la cuarentena ordenada en dichas
estaciones para los pasajeros que venían de Buenos Aires, por considerarse que
habían desaparecido las causas apremiantes de la peste por las cuales y como
medida preventiva se estableció el cordón sanitario entre las estaciones
Jeppener y Altamirano.
Algo se había aprendido de esta epidemia. Evidencia esto que el 22 de
junio de 1870 el Consejo de Higiene Pública emite una circular a todos los
partidos de la provincia aconsejando se designe un facultativo que con el
título de “médico municipal” que desempeñe ciertas funciones indispensables en
cada municipio de campaña como el de administrar la vacuna y mantener puro el
preservativo de la viruela, practicar las necropsias convenientes, asistir
gratis a los pobres, etc.
En Ranchos fue nombrado el doctor Emilio De Benerdinis, quedando en
someter este nombramiento al Consejo para su aprobación. Emilio De Benerdinis
se convirtió así en el segundo médico que actuó en Jeppener y Altamirano y el
primero que lo hizo oficialmente.
Es 27 de enero de 1871. Tres casos fatales de vómito negro tienen lugar
en el barrio de San Telmo en Buenos Aires. En reunión secreta, la Comisión
Municipal convoca a un grupo de médicos que confirman el inicio de un brote de
fiebre amarilla. Creyendo que pueden controlarlo las autoridades no dan la
noticia. Sin embargo, no pueden evitar que la novedad tome estado público. No
tardan en darse los debates en el ambiente médico de Buenos Aires entre los que
piden medidas urgentes y los que le restan toda importancia. El asunto se dilata
entre pujas y dudas sobre el diagnóstico. Mientras tanto la epidemia se
extiende de los conventillos de San Telmo a otros barrios.
Llega marzo y el titubeo de las autoridades continúa.
El gobernador Emilio Castro cierra los saladeros, la Comisión Municipal
permite el festejo de los carnavales, pero suspende las clases y ordena la
formación de cordones sanitarios en las zonas afectadas. Finalmente, el Consejo
de Higiene Pública, dependiente del municipio, emite instrucciones sanitarias a
la población, designando comisionados y médicos.
La fiebre amarilla no llega al actual territorio de Brandsen a través de
enfermos o muertos. Lo hará en una forma más sutil. Buenos Aires se paraliza y
los llamados “frutos del país” dejan de comprarse. Las actividades de las
estancias y sus intermediarios, los almaceneros, quedan prácticamente
suspendidas.
Las epidemias de cólera de 1868 y de fiebre amarilla de 1871 en el
actual territorio de Brandsen dejaron, más que muertos, una parálisis de
actividades propias de no conocer sus orígenes. En su momento se creyó que
ambas fueron originadas por “miasmas”. A la fiebre amarilla se culpó
directamente a los saladeros, graserías incipientes y productos de la
ganadería. Esto permitió que el territorio que sería Brandzen se poblara de
esas industrias.
Los casi cuatro años que mediaron desde el inicio del cólera al final de
la fiebre amarilla, detuvieron las actividades sociales y comerciales por el
terror que generaron en la población y el desconocimiento de sus mecanismos de
contagio.
Hoy nos queda el consuelo que el avance de la ciencia nos permite
conocer perfectamente quien es el enemigo. Pero como pudimos apreciar, las
acciones históricas de las personas no han variado en demasía.
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